sábado, 22 de agosto de 2020

Piola - Por Carlos Correa (SANFIC16, Competencia de Cine Chileno)

Martin y Charly pasan el tiempo haciendo música rap. Una noche encuentran un arma cargada en las orillas de un cerro, mientras Sol, pierde a su perra. Aunque aparentemente inconexas, estas historias están íntimamente ligadas, formando el retrato de jóvenes chilenos en su difícil paso a la adultez.


En tres historias y seis partes, el guionista y director Luis Alejandro Pérez (1985) filma su comuna, Quilicura, en Santiago de Chile.

El primer capítulo presenta a Martín -Max Salgado-, un adolescente que ama el Rap. La música es todo para él. Vive limitado; siente angustia, vacío, soledad, incomprensión. La desconexión con su familia es desesperante. Un obligado cambio de casa por una solicitud de embargo lo complica aún más, menos espacio tendrá. Su hábitat se encuentra con sus amigos, con su grupo “De la Urbe”, en la música, en sus carretes. Aun así vemos discusiones, discriminación -uno de los amigos es haitiano-, y peleas entre los cabros. Luego de una noche de fiesta, Martín encuentra un arma cargada.

Un segundo capítulo nos muestra a Sol -Ignacia Uribe-, adolescente que vive sola con su madre y su perrita Canela. Sol juega fútbol -es arquera- y es “la otra” en una relación con un “tatuador” algunos años mayor que ella. Presenta otra dimensión, esta vez femenina, de las dificultades propias de la edad. En un descuido de la madre, Canela se escapa. Comienzan a buscarla, no hay pistas ni rastros, solo recriminaciones cruzadas y fuertes entre la hija y la mamá.

El tercer capítulo corresponde a Charly -René Miranda-. Este adolescente, “partner” de Martín en todo, tiene un hijo. Casi no lo ve y cuando lo intenta, la mamá no lo deja. Trabaja en un local de comida rápida, siente la presión laboral y de su jefe. No está a gusto, está obligado por las circunstancias. Charly es una olla a presión a punto de estallar. Su ceño está siempre apretado, su carácter, irreverente, su enojo, permanente.

Los siguientes tres capítulos conectan estas historias, aparentemente independientes. Los temas que aborda Pérez son profundos. La frustración, impotencia y rabia que sienten estos adolescentes es muy marcada. ¿Hay escape? La música. En una entrevista en una radio comunitaria, Martín nos entrega lo más sentido del relato. Para él, con el Rap se puede expresar, puede pensar, ordenar las ideas, exteriorizar la rabia, el sentir de la calle, lo verdadero. Y el Hip Hop es su casa. Es su lugar, su mundo. La letra, señala, es como un hijo. Siente profundo amor por el arte que practica.

El guion del mismo director, Luis Alejandro Pérez, es preciso. Se ve real, se siente auténtico. La cámara casi no se nota, es como si estuviéramos allí, junto a Martín, Charly y Sol. Nos imbuye de sus realidades, nos compromete. Interpela a la sociedad, al sistema, a la falta de oportunidades y también muestra una búsqueda permanente. Resulta interesante que el arte, en este caso una expresión musical con letras de protesta, sea la válvula de escape para un grupo de adolescentes que transitan hacia las siguientes etapas de sus vidas.

Ficha técnica

Productora: Cecilia Otero
Productor: Rolando Santana
Guionista: Luis Alejandro Pérez
Director de Fotografía: Simón Kaulen
Directora de Arte: Camila Mosquera
Directora de Arte: Antonia Mujica
Editor: Sylvana Squicciarini
Música: Pablo Mondragón
Elenco: Max Salgado, René Miranda, Ignacia Uribe, Javier Castillo, Steevens Benjamin, Andrés Rebolledo, Alejandro Trejo, Paula Zúñiga
Director: Luis Alejandro Pérez

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