martes, 25 de agosto de 2020

Videofilia: y otros síndromes virales - Por José Blanco Jiménez

Película peruana, que es una ekphrasis contemporánea acerca de la drogadicción (tanto de narcóticos como de viralidad audiovisual). ¡Buena! Pero - ¡atención! – no es para los paladares de todo público. Se puede ver en centroartealameda.tv. 


Esta producción peruana llega con atraso, pero conserva toda su validez. El director Juan Daniel Fernández Molero consigue transponer en secuencias subjetivas los sentimientos y las visiones de los drogadictos, que se nutren de computador y redes sociales las 24 horas del día, al punto que ya no se entiende lo que es y lo que parece ser. Ésta es la afirmación de uno de los personajes: “La realidad está pixeleada” y, por lo tanto, “tienes que vacilarte”.

Y la deformación es posible por varias razones: el televisor habla del fin del mundo anunciado por los mayas, el impedido de movilidad reducida en silla de ruedas aprovecha su condición para fotografiar a las mujeres por debajo del vestido, se imponen personajes como “la Barbie ucraniana”, se exalta el culo, se visita una huaca en plena urbe después de consumir droga, se prodiga la coprolalia (que para los chilenos no es difícil de entender) y se escucha siempre aturdidadora música electrónica.

Los griegos llamaban ekphrasis a la figura retórica con la que un arte trataba de correlacionarse con otro arte, definiendo la esencia y la forma del arte original. Esta película es, para mi gusto, una ekphrasis contemporánea, que permite vivir por casi dos horas como drogadicto, así como lo conseguía (y consigue) La balada para un loco de Horacio Ferrer y Ástor Piazzola en pocos minutos.

Luz (Muki Sabogal) vive en un mundo de fantasía, que comparte con adolescentes, que dependen tanto de la droga física como de la virtual: en todo caso, la reacción química es idéntica, con momentos de exaltación y de depresión. Fiestas desencadenadas (que tienen el sabor amargo de La dolce vita de Fellini), producción de pornografía y falta de dinero para pagar una pieza en un motel son algunos de los ingredientes de una película que podría resultar desagradable para el paladar de mucho tipo de público.

Más que la estética de lo feo (las actrices y los actores están lejos de ser modelos de belleza clásica), se exalta la hermosura y la sensualidad de la juventud. Es más: tal vez siguiendo a Pasolini, se muestran órganos genitales masculinos; incluyendo un pene ya en reposo dentro del preservativo con toda su descarga espérmica.

Ni siquiera puedo hablar de cine experimental. Me parece una obra cinematográfica maciza, con excelente fotografía (desde planos extragenerales hasta primerísimos primeros planos) y efectos audiovisivos sorprendentes (música y colores intranquilizadores). ¡Buena!

(Videofilia (y otros síndromes virales). Perú, 2015)

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