Se ha filmado mucho sobre el holocausto; tal vez demasiado. Hasta el punto de casi desear evitarlas: por saturación, o porque muchas huelen a propaganda semítica. Pero con esta película surge una nueva luz. Y se debe a que atina, con maestría, amalgamar el fondo con la forma. Y es la forma, su tratamiento novedoso, lo que nos recuerda la tesis de aquel gran filosofo de las comunicaciones, Marshall McLuhan, llamado El Medio es el Mensaje (The Medium is the Message).
Si bien el argumento trae un factor algo diferente, y su línea narrativa es sencilla y lineal, el ángulo elegido para narrar la historia es el que nos cautiva y nos involucra sin piedad en la trama. La cinta es original en el pleno sentido de la palabra: nos vuelve al “origen” de lo que el protagonista ve, siente, intuye, y cómo reacciona frente al desafío.
Es el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, 1944. Saul Auslander, prisionero judío húngaro, está asignado como Sondercommander, es decir, “guardador de secretos”. Eran ellos quienes debían llevar a los reclusos a las cámaras de exterminio, aplicarles el gas letal, recoger los cadáveres y limpiar las salas de “ducha”, donde habían sido asfixiados. Activar los hornos crematorios, y más tarde volcar las cenizas en el río Vístula. Terrible tarea de hombres que sabían que pronto ellos también serían las víctimas pulverizadas.
En una de estas faenas, Saul vislumbra que un niño sigue vivo, pero inconsciente, después del gas. Lo llevan a la enfermería. Tal vez podría sobrevivir; pero los médicos lo rematan, manualmente, ahí mismo. Saul, profundamente conmovido, y pensando que podría haber sido hijo suyo, consigue sustraer el cuerpo del pequeño, esconderlo, y ponerse a la tarea de hallar, entre todos los prisioneros, un rabino que pudiera oficiar las exequias.
De aquí en adelante acompañamos a Saul en su búsqueda del rabino, mientras continúa con sus tétricas tareas. Al mismo tiempo hay un grupo de prisioneros que planean una riesgosa escapatoria y que lo incluyen a él. Serán dos los objetivos de Saul: intentar la fuga, pero sin claudicar a la sepultura del niño muerto, único anhelo que le da sentido a su existencia.
Es la ópera prima del director y co-guionista Lazslo Nemes. Se propusieron darle tratamiento de “dogma”= cámara en mano, improvisaciones y pocos cortes entre tomas; evitar belleza plástica; poco grato de mirar, y evadir recursos del cine de terror.
Con muy pocos planos generales, durante el relato la cámara va casi sobre el hombro del protagonista, viendo lo que él ve, y escuchando lo que él oye. Iluminación penumbrosa y lóbrega. Se respira el miedo y la náusea. Un sobreviviente, Dario Gabbai, quien también fue Sonderkommander, da fe que todo lo que se muestra es exacto. Se filmó con un lente de 40mm para evitar la profundidad de campo: las figuras del fondo quedan borrosas como bultos o cáscaras humanas ambulantes. La música es tan tenue, casi imperceptible, que se confunde con los ruidos, ecos y voces del lugar. Tiene apenas 80 tomas versus las 300 u 800 de una película normal. Se filmó en una bodega abandonada de Hungría.
El director invitó al poeta Geza Röhrig para encarnar al atontado, casi alienado protagonista, en cada una de sus acciones y frases. Y fue una elección absolutamente acertada. Su dolor semi-anestesiado se transmite en cada instante del montaje. Y como hecho insólito, el editor, Matthieu Tapponier, quiso estar presente en todo el rodaje, que solo tomó 28 días.
El resultado tiene mucho de tragedia griega; un protagonista con cruciales dilemas, que debe tomar grandes decisiones, y enfrentar trágicas consecuencias. Aquí el “deus ex machina” helénico encuentra su contraparte sólo en la motivación atávica del supuesto amor paternal de Saul.
Surge la eterna pregunta, ¿por qué siguen sucediendo estos horrores una y otra vez en la historia? ¿Cuándo podremos como “humanos” empatizar y salvar a la HUMANIDAD?
UNA GRAN PELÍCULA, VERDADERAMENTE “ORIGINAL” Y DISTINTA SOBRE EL HOLOCAUSTO. DIGNA DE TODO ELOGIO.
Ficha técnica
The Son of Saul
2010
Drama, holocausto
Hungría- 107 minutos
Guionistas: László Nemes, Clara Royer (francesa)
Fotografía : Mátyás Erdély
Edición: Matthieu Taponier
Escenografía: Dorka Kiss y Judit Varga
Música: László Melis
Actores: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn
Director: László Nemes
Oscar a la Mejor Película Extranjera, febrero 2016. Grand Prix de Cannes, Globo de Oro, Independent Spirit Award y en muchos otros Festivales