Un niño de siete años se ha extraviado. En la orilla de una carretera del sur de Chile lo buscan sus padres, Ana -Antonia Zegers-, y Mateo -Néstor Cantillana-. Se internan en el frondoso bosque. ¡Lucas!… ¡Lucas!… gritan a viva voz, pero los esfuerzos son infructuosos. Lucas no aparece. Cae la tarde, baja la temperatura, lo hermoso se torna amenazante. Es mejor llamar a Carabineros para que colaboren con la búsqueda. Crece la tensión, y de Lucas, nada.
El director chileno Matias Bize ejecuta el espléndido texto escrito por Coral Cruz con precisión, agudeza y maestría. “El Castigo” es una cinta que imprime sentido de urgencia, preocupación, desesperación y angustia ante una situación límite que parece escaparse de las manos de esta madura pareja.
Con aparente sencillez en su premisa, esta película tiene compartimentos que se van develando con el correr de los minutos. Varias crisis están presentes: familiar, matrimonial, de maternidad, de paternidad; también de las acciones y sus consecuencias. Está en juego el sentido de la vida, y abarca la intimidad más profunda de dos padres carcomidos por las circunstancias.
El guion está muy bien compuesto. Con textos claros y concisos, Cruz hace un trabajo notable al determinar también los adecuados movimientos escénicos para dar cuenta de la evolución de los personajes, y así percibir esos cambios que se producen según pasa el tiempo, aquello que deja al descubierto las emociones que emergen de esos mínimos gestos y palabras que afectan significativamente, pues no tienen filtro y son directas; casi sin elaboración brotan del corazón.
Las actuaciones de Antonia Zegers y Néstor Cantillana resultan de una gran solidez. No solo tienen enorme realismo sino que además se sienten espontáneas y honestas, dotadas de un peso expresivo que logra traspasar la pantalla y conmover. Catalina Saavedra, que interpreta a la Sargento, si bien logra un compromiso importante con los roles protagónicos, no consigue separarse de los personajes que ya le conocemos. Es cierto, hay matices y diferencias, pero en sí, es su misma personalidad la que observamos una y otra vez, lo que indudablemente da cuenta de una enorme fuerza interior que quizá necesita reinventarse.
Bize aborda este proyecto con una filmación en tiempo real, sin cortes, un solo plano secuencia -técnicamente dificilísimo-, gracias al cual la película se siente aun más real. En ese sentido, la fotografía de Arnaldo Rodríguez es impecable: seguimiento permanente, tensión creciente, movimientos calculados; es como estar allí siguiendo a los protagonistas. A veces más cerca, a veces más lejos, la cámara representa nuestros ojos leyendo muy bien lo que tal vez haríamos en caso de estar físicamente en el lugar.
Las capas del relato van mostrando y componiendo al mismo tiempo la historia. Es una construcción de liberación lenta, vamos conociendo detalles con el paso de los minutos. El escenario mismo es simbólico. Estamos en un bosque que resulta tan precioso como preocupante. Observamos el cambio paulatino de la luz en un atardecer, el que a su vez se transforma en una metáfora. La oscuridad (en todo sentido) y el frío (esa necesidad de abrigo y cobertura física, pero también emocional), además podrían ser leídos como signos que están en lo más profundo de los sentimientos de ambos protagonistas. La música es el sonido del bosque, un silencio tenso, una ausencia-presencia de sonidos naturales que resulta ser todo un acierto, en forma y fondo.
El director chileno Matias Bize ejecuta el espléndido texto escrito por Coral Cruz con precisión, agudeza y maestría. “El Castigo” es una cinta que imprime sentido de urgencia, preocupación, desesperación y angustia ante una situación límite que parece escaparse de las manos de esta madura pareja.
Con aparente sencillez en su premisa, esta película tiene compartimentos que se van develando con el correr de los minutos. Varias crisis están presentes: familiar, matrimonial, de maternidad, de paternidad; también de las acciones y sus consecuencias. Está en juego el sentido de la vida, y abarca la intimidad más profunda de dos padres carcomidos por las circunstancias.
El guion está muy bien compuesto. Con textos claros y concisos, Cruz hace un trabajo notable al determinar también los adecuados movimientos escénicos para dar cuenta de la evolución de los personajes, y así percibir esos cambios que se producen según pasa el tiempo, aquello que deja al descubierto las emociones que emergen de esos mínimos gestos y palabras que afectan significativamente, pues no tienen filtro y son directas; casi sin elaboración brotan del corazón.
Las actuaciones de Antonia Zegers y Néstor Cantillana resultan de una gran solidez. No solo tienen enorme realismo sino que además se sienten espontáneas y honestas, dotadas de un peso expresivo que logra traspasar la pantalla y conmover. Catalina Saavedra, que interpreta a la Sargento, si bien logra un compromiso importante con los roles protagónicos, no consigue separarse de los personajes que ya le conocemos. Es cierto, hay matices y diferencias, pero en sí, es su misma personalidad la que observamos una y otra vez, lo que indudablemente da cuenta de una enorme fuerza interior que quizá necesita reinventarse.
Bize aborda este proyecto con una filmación en tiempo real, sin cortes, un solo plano secuencia -técnicamente dificilísimo-, gracias al cual la película se siente aun más real. En ese sentido, la fotografía de Arnaldo Rodríguez es impecable: seguimiento permanente, tensión creciente, movimientos calculados; es como estar allí siguiendo a los protagonistas. A veces más cerca, a veces más lejos, la cámara representa nuestros ojos leyendo muy bien lo que tal vez haríamos en caso de estar físicamente en el lugar.
Las capas del relato van mostrando y componiendo al mismo tiempo la historia. Es una construcción de liberación lenta, vamos conociendo detalles con el paso de los minutos. El escenario mismo es simbólico. Estamos en un bosque que resulta tan precioso como preocupante. Observamos el cambio paulatino de la luz en un atardecer, el que a su vez se transforma en una metáfora. La oscuridad (en todo sentido) y el frío (esa necesidad de abrigo y cobertura física, pero también emocional), además podrían ser leídos como signos que están en lo más profundo de los sentimientos de ambos protagonistas. La música es el sonido del bosque, un silencio tenso, una ausencia-presencia de sonidos naturales que resulta ser todo un acierto, en forma y fondo.
Interpelaciones, demandas, contradicciones, impulsos, debilidades, miedos y confesiones. Estamos ante un cúmulo de sensaciones afectivas que nos llegan de manera directa. En “El Castigo” las reflexiones quedan y las preguntas perduran. Es de esas películas que pasan a habitar en nosotros, para continuarlas, para sentirlas, para vivirlas.
Felicitaciones a Matías Bize y a todo el equipo de producción por entregarnos una película vital, indispensable, e imperdible.
Ficha técnica
Título original: El castigo
Año: 2022
Duración: 85 minutos
País: Chile
Productora: Coproducción Chile-Argentina; Ceneca Producciones, Sudestada Cine S.R.L
Género: Drama
Guion: Coral Cruz
Música: Diego Fontecilla
Fotografía: Arnaldo Rodríguez
Reparto: Antonia Zegers, Néstor Cantillana, Catalina Saavedra, Yair Juri, Santiago Urbina
Dirección: Matías Bize
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