viernes, 25 de marzo de 2022

Drive my Car - Por Carlos Correa

“Drive my Car”, dirigida por Ryûsuke Hamaguchi, es una película intensa, conmovedora, rebosante de metáforas. Con tono íntimo y reflexivo, logra tocar el alma gracias a un notable tratamiento impresionista. 

Yusuke Kafuku -Hidetoshi Nishijima-, actor y director de teatro, es contratado para realizar el montaje de la obra "Tío Vania”, de Antón Chéjov, en un festival en Hiroshima. Se trata de una propuesta original, innovadora y además multilingüe, que convoca a muchos actores que deben ser seleccionados a través de audiciones. Por otra parte, la producción del festival es estricta y tiene como norma asignar un chofer al director, quien ha llegado a la ciudad en su propio auto, un Saab 900 Turbo rojo del año 1987.

La reticencia inicial de Kafuku -no quiere por ningún motivo aceptar un chofer- va cediendo lentamente cuando la joven Misaki Watari -Toko Miura-, comienza a conducir su coche. Realmente es una experta a sus 23 años. Maneja con prudencia, convicción y un espíritu de servicio encomiable. Los trayectos, una rutina diaria de una hora de ida y otra de vuelta desde la hermosa residencia al lugar de ensayos, son aprovechados por Kafuku para escuchar una cinta que tiene los diálogos de la obra grabados por su mujer Oto -Reika Kirishima-, algo que le sirve de practica y memorización.

Como gran parte de la película se desarrolla durante estos viajes, es justamente allí donde conectan la mayoría de los temas que expone el relato, y además, es el lugar en el que la relación entre Watari y Kafuku comienza a ser transformadora para ambos. Son traslados que también involucran en un momento a Kōji Takatsuki -Masaki Okada-, el joven actor elegido para interpretar a “Tío Vania”, y quien ha trabajado con Oto en programas de televisión. Adelantar más de la historia o sumar otros antecedentes no creo que sea conveniente, porque una buena parte de la magia de esta película está en el descubrimiento de sus múltiples aristas y detalles.

“Drive my Car”, basada en un cuento del mismo nombre del escritor Haruki Murakami -de su colección de cuentos de 2014, Hombres sin mujeres-, es una película que explora varias dimensiones de historias personales que comprenden pérdidas, duelos y culpas, entre muchos otros temas. La búsqueda de sentido y rumbo, tomando como base el pasado con sus marcas indelebles, pasa por los sentimientos -“entender el corazón propio para entender los otros corazones”-, por la capacidad de resolver los conflictos en espíritu de superación y redención, de arrepentimiento y autoaceptación.

El trabajo artístico de Ryûsuke Hamaguchi es de excelencia. Las tomas y encuadres son precisos -y además preciosos-, la música es escogida con pinzas para los momentos adecuados y lo que me llama más la atención es la brillante utilización que se hace de los silencios. ¡Es notable! Además de las metáforas visuales, la cinta posee algunos detalles tan finos como aquel de la escena del muelle donde la cámara se desplaza antes que los actores en un determinado momento. Puede ser mínimo, pero cada punto, cada fracción de cada cuadro está controlada y permeada por un bellísimo sentido estético.

Las metáforas no solo son visuales, las hay de todo tipo. Como por ejemplo en la música, cuando suena el Cuarteto No. 3 del Op. 18 de Beethoven y el disco se pega, las proporciones de las tomas -dimensiones, tamaños-, las edades, la temporalidad abarcada, etc. Son infinitas, y cada vez que repasamos, encontramos más.

La película ofrece también algunos contrapuntos. Por ejemplo, que en Japón se conduce por la izquierda, sin embargo el Saab 900 tiene el volante a la izquierda y no a la derecha. También observamos tensiones, como la expresión verbal versus el lenguaje de señas, el hablar versus el escuchar, el incidir versus ser pasivo, la mecanización versus la improvisación, la rigidez versus la libertad, y el control-descontrol de las emociones,

Señalaba en un comienzo las múltiples aristas y detalles. Vemos acá muchas perspectivas humanas, gracias a un guion rico en capas y subtextos que nos hacen ser parte de la historia. Un ejemplo de esto se ve en una cena, donde parece que hubiéramos sido invitados también, gozando los diálogos, los silencios, y aprendiendo de un lenguaje de señas que expresa gran emotividad.

El delicioso tejido que proporcionan los textos de la obra de Antón Chéjov, sumados los del cuento original y las composiciones y adaptaciones creadas para la película, se va traslapando y afectando a sus personajes. El texto, de esa forma, interpela, habla, “toca la esencia”, tal como señala Kafuku a sus dirigidos. Existe una profunda densidad, mucha poesía y ritmo, lo que hace más contundente aún este trabajo cinematográfica.

El contar historias, punto de partida del relato, habla del trabajo creativo de los guionistas -y naturalmente de los escritores-, quienes deben elaborar textos para que luego sean representados en una escena teatral o de televisión. Es tal vez por eso que vemos actuación en escenarios y también observamos con bastante detalle el proceso de preparación de una obra, las lecturas, los ensayos, las marcas, la decisión de pasar al trabajo de escena, para llegar finalmente a la representación, que es aquello que logra completar el ciclo virtuoso.

“Drive my Car” acentúa el cómo surgen los lazos humanos, algo que es lento y pausado, y que se sumerge en los misterios de la comunicación no verbal, con gestos y actitudes para conocer y aprender. Asimismo, en la configuración formal de la cinta observamos al menos tres momentos -introducción, desarrollo y conclusión-, en los que una bien llevada tensión subterránea entrega variados puntos de inflexión. Por momentos es un verdadero thriller y por otro un relato contemplativo, es decir, va y viene, avanza y retrocede, suma y resta.

El movimiento retratado en esta cinta es también algo representativo del mensaje central. Son traslados que reflejan procesos externos e internos, procesos de cambio y transformación, la necesidad vital de profundizar, pensar, comprender y reflexionar. Estamos ante Cine Arte puro, un cine de autor que constituye una experiencia audiovisual imperdible. ¡Una joya por donde se la mire!

Ficha técnica

Título original: Doraibu mai
Año: 2021
Duración: 179 minutos
País: Japón
Productora: Bitters End, C&I Entertainment, Culture Entertainment, Asahi Shimbun. Distribuidora: Bitters End, The Match Factory
Género: Drama | Teatro
Guion: Ryûsuke Hamaguchi, Takamasa Oe. Historia: Haruki Murakami
Música: Eiko Ishibashi
Fotografía: Hidetoshi Shinomiya
Reparto: Hidetoshi Nishijima, Tôko Miura, Reika Kirishima, Sonia Yuan, Satoko Abe, Masaki Okada, Perry Dizon, Ahn Hwitae
Dirección: Ryûsuke Hamaguchi

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