Lo que podría haber sido un simple documental o un “biopic” se transforma en un cuadro de costumbres, que se revela más real que ciertos “cine verdad” que apuntan a lo socio-político. Se puede ver en ondamedia.cl.
El gentilicio “siciliano”, por influencia del cine de Hollywood, se ha transformado en sinónimo de “mafioso” sin sopesar siquiera el alcance que tiene ese apelativo.
Así como éste alude a una forma de autodefensa histórica que evolució en Estados Unidos a lo delincuencial, hablar de “siciliano” equivale a una etiqueta genérica que acumula etnias y formas de ser completamente distintas. De hecho, el palermitano tiene poco que ver con el agrigentino, el siracusano y menos aún con el nisseno de Caltanissetta. Baste recordar como excelente resumen sociohistórico cuanto el Príncipe de Salina dice al cavaliere piemontés Aimone di Chevalley, que viene a ofrecerle un puesto en el Senado del naciente Reino de Italia.
Juan Carlos Avatte era llamado “il siciliano”, porque era hijo de inmigrantes sicilianos, pero su tipo es (o era) el común a los de las razas mediterráneas y hablaba desenvolviéndose con todas las características del “chileno” (otro arquetipo inexistente) que trabaja y disfruta de la vida.
Los que quieran saber de su vida, de sus anécdotas, de las personas que fueron sus amigas y de sus aventuras, pueden leer los diversos artículos escritos sobre él cuando estaba en vida y después de su muerte, acaecida a los 76 años en agosto de 2017.
Carolina Adriazola, José Luis Sepúlveda, Claudio Pizarro filmaron por largo tiempo la vida y los lugares frecuentados por Avatte, dejando en claro como una peluca puede cambiar la vida de una persona (de hecho “persona” en griego significa “máscara”) haciéndolo actuar y presentarse con otra identidad ante los demás. El mismo Avatte declara que las pelucas que le robaron tal vez aparecerán en el asesinato de un político, como ya estuvieron en las de un comandante en jefe.
La película no es ni un documental ni un “biopic” sino más bien un “cuadro de costumbres”, puesto que presenta no sólo un personaje principal, sino ambientes y representantes típicos de Chile: los imitadores (empieza con Los Beatles”), el Passapoga con desnudistas, las “fiestocas” donde corre el vino y se disfruta el baile desenfrenado, las viejas que quieren parecer jóvenes, los que esconden su pelada.
En suma, una alegría de vivir que se expresa lejos de la “gente linda” y que los directores se solazan en describir como cámara indiscreta, ya sea atisbando por la puerta entreabierta cómo Avatte tiene un encuentro amoroso con una joven bailarina de caño o cómo muchos quieren lucirse cantando tangos o melodías de moda: incluso en su funeral.
(Il siciliano. Chile, 2018)
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domingo, 13 de diciembre de 2020
Il siciliano - Por José Blanco Jiménez
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