viernes, 9 de junio de 2023

El Vacío - Por Carlos Correa Acuña

Cuando surge el amor entre un hombre mayor y una mujer 25 años menor, y además, todo parece funcionar perfectamente, podría ser la última oportunidad para él y la ansiada estabilidad emocional para ella. Él es un cineasta, con un éxito que marcó su carrera y del que ya ha transcurrido más de dos décadas. La ensoñación de ese pasado, tan vívido como si fuera solo ayer, lo ata a un presente que recorre con rumbo perdido, abrumado por insolubles problemas financieros. No obstante, la vida en parte le sonríe; tiene a su hijo y la tiene a ella.

Pero no todo es color de rosa en esta relación y los desencuentros no tardan en hacerse presentes. No viven juntos pero comparten días de la semana. Ella tiene una hija adolescente que no acepta que su mamá tenga esta nueva pareja. Su rebeldía es absoluta, y normalmente se traduce en acciones agresivas. Las rutinas, en un comienzo agradables, pasan a ser poco soportables, aunque en algo colabore el hijo de él, un poco mayor que la joven, músico, acogedor y simpático, un colchón de buena onda que al menos logra filtrar algunos exabruptos mayores.

El confinamiento por la pandemia se parece a un tiro de gracia, pues suma incertidumbre a los inconvenientes ya descritos. El dinero cobra mayor protagonismo; la ausencia de recursos le afecta a él directamente en su orgullo, y, por el contrario, la disponibilidad monetaria que tiene ella parece alejarles lenta e inexorablemente. El viaje iniciado en conjunto, un par de años atrás, ya no es placentero, se incrementan las dudas y cuestionamientos; ¿señales de agotamiento y el anuncio de una fecha de caducidad? ¿Qué sucedió que torció el camino y giró el escenario en 180 grados? ¿Existe un atisbo de solución, o todo está perdido?

Gustavo Graef Marino, reconocido cineasta chileno, escribe, produce y dirige esta obra íntima con su característico talento. Estamos ante un relato donde la emocionalidad es la piedra fundamental de una historia triste, intensa y profunda. Los largos silencios, y esos numerosos cuadros contemplativos, constituyen elementos logrados que nos hacen conectar con los protagonistas, no con su accionar sino con su vasto interior, con esa particular intimidad que cada uno da a entender a través de un lenguaje no verbal bien desarrollado. Es justamente en esos momentos, cuando aparentemente no pasa nada en la pantalla, que a nosotros nos pasa de todo, un fenómeno que no es tan común al momento de lograr incomodar a un espectador atento, consciente y a la vez sumergido en la historia.

Graef Marino transita entre lo cotidiano y lo trascendente en muy poco tiempo. Es un ejercicio de ida y vuelta al que ayuda, por cierto, una disposición técnica precisa, cuando la fotografía de Pepe Torres capta algunos ángulos abiertos y otros cerrados, o cuando utiliza cámaras rasantes y movimientos controlados para elaborar un trabajo que genera un ambiente que poco a poco, e irremediablemente, se va tensando. La música -y también su ausencia-, es otro elemento vital, una excelente colaboración de Andrés Pollak, que entrega al metraje una extraña continuidad-discontinuidad sonora que resulta muy apropiada, casi como otro personaje más.

La reflexión que propone Gustavo Graef Marino con esta cinta es muy intensa. En contraposición a los silencios descritos, se explaya en algunos diálogos - también usando voz en off-, con frases impactantes, de hondo calado, sentencias que están entremezcladas y refieren a momentos, situaciones, y espacios de variada índole. Trascendente es el momento en que estas dos vidas se cruzan, el papel que juegan sus hijos y cómo incide en la relación de sus padres -y en su propia relación juvenil- el acompañamiento, la rebeldía y la manipulación. Al momento de desnudar los sentimientos de la pareja, la melancolía se apodera de la pantalla. La ausencia y la soledad que ha marcado sus vidas, se hace presente, primero, en forma de leves trizaduras, que lentamente se van transformando en grietas, y luego en un insospechado abismo, una crisis de existencia que hace imposible pensar en algún futuro.

Construida en forma no lineal, resulta vital la excelente edición de Camilo Campi, pues nos obliga a observar en detalles para poder calzar cada una de sus piezas. Asimismo, llama la atención la ausencia de nombres propios, otro detalle importante dentro de un guion que encuentra solidez en lo que enuncia y no es explícito. En este sentido, las actuaciones recorren el mismo camino, consiguen transmitir mejor con sus miradas que con sus palabras, porque en algunos diálogos, tanto Francisco Reyes como Javiera Díaz de Valdes, muy sólidos y creíbles, parece que se desdoblaran, o se desconectaran, reduciendo así la naturalidad alcanzada en aquellas secuencias sin textos.

Dejo para el final de esta reflexión los simbolismos, que creo es de lo mejor de este trabajo. Presentes en un sinfín de detalles, apreciamos algunos muy visibles, como la silla en la playa, y otros sutiles, casi difuminados, como aquellos rayos de sol -amanecer, atardecer- que se cuelan en el departamento, diferentes tonalidades de una bien elegida paleta de colores, y el uso del blanco en contraposición con la iluminación oscura de algunas escenas.

“El vacío” responde perfectamente a la semántica de su título. Es lo que sienten sus personajes, es lo que traen consigo, lo que generan, lo que se ilusionan por llenar, y lo que finalmente provoca el devenir de la acción. Hay mucha profundidad acá, valórica y humana, un verdadero estudio sobre la soledad y la frustración, sobre la felicidad, el amor y la libertad. Cuando la vida parece no tener mayor sentido, surge algo que revitaliza y renueva la esperanza. Emerge la ilusión, el amor derriba barreras y construye nuevas bases. Pero, aún así, nada se encuentra asegurado. El trabajo debe ser constante, día a día, una lucha permanente contra nuestras propias inseguridades, temores y frustraciones, que muchas veces se transforman en cortinas que no nos dejan ver nuestros sueños. Sin embargo, podrían efectivamente ser cortinas -otra metáfora que tiene un lugar de privilegio en este cine de autor-, es decir, podríamos abrirlas o cerrarlas, y eso sí dependería totalmente de nosotros.

Ficha técnica

Título: El Vacío
Duración: 97 minutos
Guion y producción: Gustavo Graef Marino
Empresa produtora: Passport Films, Chile
Ficción, Drama, romance
Año de producción: 2023
País: Chile
Fotografía: Pepe Torres
Edición: Camilo Campi
Música: Andrés Pollak
Reparto: Francisco Reyes, Javiera Díaz de Valdés, Aída Caballero, Benjamín Gallo
Dirección: Gustavo Graef Marino

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