viernes, 26 de enero de 2024

Los Colonos - Por Carlos Correa Acuña

Esta película de Felipe Gálvez Haberle, candidata al Óscar representando a Chile y que lamentablemente no fue escogida por la Academia, se teje a través de diferentes miradas. Por lo pronto la de José Menéndez -Alfredo Castro-, el omnipotente terrateniente; también la del teniente MacLennan -Mark Stanley-, el ejecutor práctico y leal colaborador del hacendado; la de Segundo -Camilo Arancibia-, un mestizo chileno que guía la expedición; y la de Kiepja -Mishell Guaña-, una mujer indígena que se les une en el camino. Todas son miradas únicas, particulares y sesgadas, que no tienen el panorama completo de la acción, porque la mirada amplia la tiene Felipe Gálvez cuando cuenta la historia del Genocidio Selk’nam desde una posición clara y definida. Se trata de la colonización de la Patagonia a un costo brutal, inhumano, y bestial.

Corre 1901. El Estado Chileno ha entregado tierras en usufructo a Menéndez. De pocas palabras pero de acción concreta, el patrón no duda en pedir condiciones especiales para que su negocio ovejero prospere. Y esas condiciones no son inocuas. Muy por el contrario, significa el exterminio de cualquier posibilidad de enfrentamiento en el camino que se debe recorrer. Él pide una ruta despejada y MacLennan lo entiende literal, libre de obstáculos, libre de indígenas, libre de cualquier ser humano que se interponga en el camino.

El equipo reclutado es mínimo. Son solo tres quienes van a la aventura para abrir paso: el teniente, el mercenario y el mestizo. No hay códigos, menos honor. El viaje, este camino de apertura, es una tarea dura, por lo que la rutina, incluso entre ellos, se da entremedio de golpes, gallitos y peleas. El crudo inicio ya lo había anticipado: un accidente y un asesinato. En dos minutos, las cartas credenciales son explícitas, la respuesta a cualquier dificultad es la aniquilación total y completa, es decir, borrar del mapa, liquidar a diestra y siniestra.

Felipe Gálvez Haberle usa algo de western, de aventuras y de thriller político para narrar la historia. Y lo hace en un tono discursivo exponiendo y cuestionando el poder y el valor de la propiedad. Entre parajes recónditos y una intimidad que por momentos podría resultar abrumadora, Gálvez pone acento en la mirada de Segundo, en sus silencios, en su observación quieta y tranquila por fuera, y encendida y ardiente por dentro. Furtivas miradas de los caballos se suman para configurar esa figura pasiva, una persona que involuntariamente se transforma en cómplice de brutalidades que está lejos de poder comprender.

Al encontrarse en una playa con un batallón que custodia el lugar -las fronteras están delimitándose, pero en la práctica hay muchísima tierra de nadie-, son llevados a un refugio. A cargo del coronel Martin -Sam Spruell-, un viejo oficial inglés, vemos cómo la traición no se perdona por ningún motivo. Es el momento en que Kiepja se une a la expedición, y también es el momento en que el nivel de violencia alcanza una de sus cumbres. Es el fin del mundo, pero ¿hasta dónde puede llegar la falta de humanidad y consideración de estos hombres, si de verdad podemos llamarles hombres?

Luego de un salto temporal de 7 años, pasamos a un epílogo que tiene su centro en otra dimensión, tal vez la más política de la cinta. Un emisario del Presidente Montt, Manuel Vicuña -Marcelo Alonso-, hace una visita de cortesía a Menéndez. Lo enfrenta, sí, pero lo trata como el pétalo de una rosa para enrostrarle las matanzas, las muertes y los remates de indígenas. No obstante, esto parece no ser suficiente, porque quien manda realmente es el poderoso estanciero, y contra eso, el Estado de Chile no puede hacer nada. El viaje de Vicuña a la zona de Chiloé, -hacia el norte-, logra un testimonio indígena que es, tal vez, lo más logrado de la película en términos de la historia, y esto gracias a la sensibilidad, honestidad y transparencia con la que Camilo Arancibia construye su personaje, y la ironía con que sutilmente el director da cuenta de lo que, para la capital, Santiago, sería lo más importante: la formalidad y las apariencias.

Difícil película “Los Colonos”. Difícil de ver, incómoda, y por momentos desagradable, me atrevería a decir, porque es un cine visceral que no esconde su deseo de molestar y punzar respecto al tratamiento temático. Gálvez no concede respiro y tampoco cede en su afán de ser ilustrativo y descriptivo. En cuanto a la forma, los diálogos-multi idioma se podrían tomar como una metáfora a la gran dimensionalidad que el tema adquiere en su contexto político social. Como lo hemos visto en otras cintas, “Blanco en Blanco”, por ejemplo, pero con un foco diferente, Felipe Gálvez Haberle compromete su propia mirada de la historia y se la juega para dejar una marca importante esta cinta, una película cruda sobre un genocidio espantoso.

Ficha técnica

Título original: Los colonos
Año: 2023
Duración: 97 minutos
País: Chile
Compañías: Coproducción Chile-Argentina-Dinamarca-Francia-Reino Unido-Suecia-Taiwán; Don Quijote Films, Rei Cine, Snowglobe Films
Género: Drama. Aventuras | Años 1900 (circa)
Guion: Felipe Gálvez Haberle, Antonia Girardi
Música: Harry Allouche
Fotografía: Simone D’Arcangelo
Reparto: Alfredo Castro, Camilo Arancibia, Mark Stanley, Benjamin Westfall, Marcelo Alonso
Dirección: Felipe Gálvez Haberle

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