viernes, 12 de enero de 2024

El Niño y la Garza - Por Juan Pablo Donoso

Quienes conocen, y admiran, la obra de Hayao Miyazaki disfrutarán con esta nueva creación suya.

Para muchos, al verla por primera vez, resultará tal vez más desconcertante que sus clásicos Mi Vecino Totoro (1988), El viaje de Chihiro (2001) y El castillo ambulante (2004)).Pero si conocemos la biografía, y el universo espiritual de este creador de 82 años, aplaudiremos el “paso adelante” que da en su “visión de mundo” (weltanshauung).

Cuando Natsuko, la bella madrastra (tan similar a su madre fallecida) desaparece misteriosamente, el pequeño Mahito, inducido por una estrambótica garza bipolar se internará en una vieja torre abandonada para buscarla.

De ahí en adelante, incursionará en mágicas dimensiones - unas insertas en otras - conociendo personajes y locas criaturas que lo harán vivir experiencias cada vez más abstractas y de alucinante fantasía.

Al presenciar este caleidocopio por segunda vez, se nos enriquece la fábula. La primera visión solo nos expone y acumula incidentes. Al verla de nuevo, y conocer el final, todo adquiere más sentido, calza, y entrega la madurez de su mensaje.

Miyasaki sale de su retiro para proponernos una parábola sobre cómo tener una familia verdadera, si estamos dispuestos a aceptarla tal como es.

Un relato complejo, hermoso, profusamente imaginativo y con muchas capas de lectura.

Deja al criterio de cada espectador descifrar las múltiples ideas que la aventura, en su catarata de seres, colores, sonidos y escenarios van sugiriendo. De ahí que tantas experiencias queden sin explicación. Por eso, ante la belleza de las imágenes, y las chispas de humor, basta dejarse llevar y gozar del espectáculo.

Del torbellino que fluye sin cesar, y que tampoco permanece en un punto fijo, se vislumbran elementos reiterativos de la mente del autor. Entre ellos brotan reminiscencias de la guerra, de sus ancianos parientes dotados de sabiduría y mágicos poderes, y de juguetones globitos blancos (bawawaras) que son las almas de niños aún sin nacer, sumergidos en universos multicolores.

Pero en el terreno axiológico, al igual que en sus filmes anteriores, expone su ambivalencia frente a la Realidad. Aquella donde el Mal es necesario para reconocer al Bien; donde el Amor, más que en el clásico Romance se realiza por medio de la Amistad y la colaboración. Bien y Mal son fuerzas inseparables. Por eso más vale nunca juzgarlos sin comprenderlos en sus circunstancias.

En síntesis, aceptar la ambivalencia de la Realidad.

Son algunos valores del alma que Miyasaki encarna en sus historias, sus personajes y en su caprichoso destino.

He ahí la causa de por qué el final nos resulta abrupto cuando hacemos el viaje por primera vez; luego lo comprendemos en su dimensión más lírica.

PARA DISFRUTAR DE LA FANTASÍA DE MIYASAKI Y, COMO SIEMPRE, DE UNA BELLÍSIMA Y POÉTICA ANIMACIÓN JAPONESA.

Ficha técnica


Título original: Kimitachi wa dô ikiru ka
2023 Animación, aventuras, drama Japón - 2,04 hrs. 
Fotografía: Atsushi Okui 
Edición: Rie Matsubara, Takeshi Seyama, Akane Shiraishi 
Música: Joe Hisaishi 
Dirección de Arte: Yôji Takeshige 
Voces: Soma Santoki, Masaki Suda, Kô Shibasaki 
Guionista y Director: Hayao Miyazaki

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