sábado, 23 de mayo de 2020

Cyrano, mi amor - Por José Blanco Jiménez

Edmond Rostand, a sus 29 años, casado y con dos hijos, asiste al fracaso de su obra más reciente a pesar del apoyo de la gran diva Sarah Bernhardt. Es precisamente ella que lo pone en contacto con el actor Constant Coquelin deseoso de relanzar su carrera con una obra novedosa. Y, en vista de que la tragedia no funciona (La princesa lejana, protagonizada por la mismísima Sarah, fue un fracaso) lo mejor sería una comedia que debe estrenarse antes de fin de año para aprovechar el uso de una sala de teatro prestigiosa.

Es el comienzo de una odisea que culminará con el estreno de “Cyrano de Bergerac” el 28 de diciembre de 1897 en el Théâtre de la Porte Saint-Martin. La película reconstruye el making of de manera simpática y comedida. Además de todo el anecdotario que se va acumulando, el director Alexis Michalik aprovecha para presentar situaciones paralelas al relato, como Edmond que – al igual que Cyrano – escribe cartas de amor a Jeanne (Roxanne en la obra) firmándolas como si fuera su amigo Léo. El resultado es tan eficaz que, cuando el atractivo pero improlífico actor se presenta en el hotel donde ella vive, ésta lo tira hacia dentro del cuarto y empieza a desvestirse porque “tienen poco tiempo”, ya que su compañera de pieza llegará pronto. Situación que aparece doblemente divertida por la ropa interior del siglo XIX y porque Léo, hidalgamente, declara que no es el autor de las epístolas.

Para mi gusto, lo más notable es la reconstrucción del ritmo de la producción teatral, en el que me atrevo a decir hay una vaga influencia de La noche americana (La nuit americaine, de François Truffaut, 1973) y de Shakespeare enamorado (Shakespeare in Love, de John Madden, 1998). Los problemas se presentan uno tras otros, pero parecen no existir. Así como la función tiene que seguir, también la producción tampoco puede detenerse aunque falte el libreto, los actores y el decorado. Además de los problemas conyugales que se suscitan al ya aproblemado Edmond por la poética correspondencia.

Cyrano existió verdaderamente. Vivió entre 1619 y 1655, siendo un poeta, dramaturgo y pensador coetáneo de Molière. En los créditos de cierre, pueden verse escenas con todos los actores que lo han interpretado en el cine: el mismo Coquelin (en la versión muda de 1900), José Ferrer, Gérard Depardieux además de varios otros. No está, eso sí, Steve Martin que lo representó en Roxanne, una versión hollywoodense del siglo XX (de Fred Schepisi, 1987).

(Edmond. Francia, 2018)

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