Disponible en Netflix.
Estamos en el año 1953. En Radio Moscú se interpreta en vivo y en directo el Concierto para piano No 23 de Mozart para miles de auditores. Parece una noche común pero se transforma en especial, porque el mandamás de la Unión Soviética, Iósif Stalin -Adrian Mcloughlin-, reunido con miembros del Comité Central del Partido en su dacha, pide una grabación del evento para escucharlo posteriormente. La velada de amigos continúa y avanzada la noche, al retirarse a sus habitaciones, Stalin recibe el disco. Al reproducirlo, lee un mensaje escrito en un trozo de papel que venía adjunto y le sobreviene una fatal hemorragia cerebral ocasionando una total parálisis de su cuerpo.
Por las estrictas medidas de seguridad y el gran temor que le tienen, nadie se percata de la situación hasta el día siguiente, cuando la camarera ingresa con el desayuno. Ante el impacto, el Comité Central es avisado y sus miembros comienzan a llegar, uno a uno. El primero en hacerse presente es Lavrenti Beria -Simon Russell Beale-, quien tiene planes concretos ante la inminente muerte del dictador. Toma documentos, ordena papeles y se sienta a esperar. Llega el segundo, Gueorgui Malenkov -Jeffrey Tambor-, quien no sabe qué hacer y entra en shock. Y así, poco a poco llegan al lugar los demás miembros del órgano superior de control del país.
La figura del primer secretario del partido Nikita Jrushchov -Steve Buscemi-, adquiere centralidad pues también quiere tomar el puesto sucesorio, mientras que Viacheslav Mólotov -Michael Palin-, el Ministro de Relaciones Exteriores que se encontraba en la lista de enemigos de Stalin, es liberado por Beria para sumar apoyos a su causa. Si hasta acá la lista de personajes es abundante y un poco confusa, la complejidad aumenta con el correr de los minutos pues el desfile de figuras es todavía mayor. El problema es que Stalin aun no ha muerto y todos quieren vestirse en su nombre.
Basada en la novela gráfica “La mort de Staline”, de Thierry Robin y Fabien Nury, el meollo de esta película es justamente narrar los hechos en torno a la muerte del tirano -ocurrida unos días después del accidente cerebral-, las luchas por el poder interno, las camarillas, las jugadas leales y también las desleales, el espectáculo hacia afuera y las divisiones en la autoridad, todo expresado en un juego de dimes y diretes sostenido gracias al ritmo que imprime el desarrollo de esta hilarante comedia.
Armando Iannucci, reconocido director de formatos similares, denota su oficio componiendo un relato que siempre está al borde de lo absurdo, donde la imaginación de los hechos prima sobre cualquier revisionismo histórico. La exageración es marca registrada, sin embargo no es burda. Al contrario, adquiere ribetes moderados precisamente en escenas menos pomposas, donde cumple perfectamente el papel de acentuar las diferencias y de situarnos en el contexto de la época.
La producción de la cinta es bastante real. Los escenarios están muy bien compuestos y nos retrotraen a un momento crucial en la historia de la URSS. La inteligencia del guion, además, proporciona datos importantes, a veces ligeramente pasados por encima, pero que sin embargo son parte de la historia de lo que verdaderamente ocurrió en aquellos días.
El conjunto de actores brilla con sus diálogos. Sus intervenciones son directas y se mezclan con dosis de humor que relajan los hechos. Las trampas, las mentiras, los dobles juegos son parte de cada una de las reuniones en que participan estos altos jerarcas. Sin textos apropiados, habría sido una lata y tal vez un despropósito, pero
Iannucci pone énfasis en un estilo narrativo que sin ser frívolo, da en el tono medio a medio.
Las brutalidades también están retratadas crudamente, basta mirar las secuencias que muestran capturas de enemigos, su ingreso a prisión, las torturas y los fusilamientos a sangre fría. Son hechos tremendos, pero gracias al formato de comedia, un poco menos intensos, pero igualmente imborrables.
“The Death of Stalin” es una sátira que funciona y muy bien, tanto por su ingenio como por su realización artística. La gran cantidad de detalles que contiene, más un espíritu de confusión generalizada con ambiciones desmedidas, le otorgan un atractivo especial, algo morboso quizás, y provocando un poco de pudor. Es una mirada diferente a un hecho histórico que marca un cambio en el rumbo de la URSS. Presenciamos un relato interesante, reflexivo y al mismo tiempo entretenido, que obliga a recapitular la historia para ubicar el lugar de las piezas en la historia que representa. Muy recomendable.
Ficha técnica
Título original: The Death of Stalin
Año: 2017
Duración: 106 minutos
País: Reino Unido
Productora: Quad Productions, Main Journey, Free Range Films
Género: Comedia | Política. Sátira. Años 50
Guion: Armando Iannucci, David Schneider, Ian Martin, Peter Fellows . Cómic: Fabien Nury
Música: Christopher Willis
Fotografía: Zac Nicholson
Reparto: Steve Buscemi, Simon Russell Beale, Jeffrey Tambor, Michael Palin, Andrea Riseborough, Dermot Crowley, Jason Isaacs, Rupert Friend, Olga Kurylenko, Paddy Considine, Adrian McLoughlin, Paul Whitehouse, Paul Chahidi, ver 4 más
Dirección: Armando Iannucci
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viernes, 23 de abril de 2021
La muerte de Stalin - Por Carlos Correa
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