Triste e indignante caso verdadero de violación a los derechos humanos cometido por EE.UU. en la prisión de Guantánamo, Cuba.
Un joven mauritano - Mohamedou Ould Slahi - fue arrestado en su hogar por el FBI, hecho prisionero, y mantenido cautivo por 8 años en Guantánamo, por el simple hecho de haber recibido un llamado telefónico de un primo desde un celular de Osama Bin Laden.
Fue consecuencia del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Cualquier contacto, antiguo o reciente, con miembros de Al-Qaeda, era motivo de sospecha y detención.
Aunque nunca hallaron evidencia de su relación con el atentado, la indignación política internacional, y más aún la estadounidense, urgían la pronta captura de cualquier sospechoso, fuera culpable o inocente.
Dos abogadas norteamericanas - Nancy Hollander y Teri Duncan - se atrevieron a emprender la investigación para dilucidar la real implicancia de Slahi.
Por ética profesional acudieron al Hábeas Corpus, es decir, evitar arrestos y detenciones arbitrarias asegurando los derechos básicos de la víctima. Lo hicieron más por Justicia que por razones humanitarias.
Y esta es la médula de la película. Tomarán contacto personal con el prisionero en un recinto militar reservado para los individuos más peligrosos. Escucharán sus declaraciones, e indagarán antecedentes entre los miles de documentos celosamente archivados de la causa.
Su labor, además de recibir el repudio de la opinión pública, halló en los archivos frases y datos importantes tachados previamente con tinta negra. Los accesos parecían impenetrables.
Y unido a lo anterior debieron enfrentarse a un fiscal asignado por el Gobierno y las Fuerzas Armadas - Coronel Stuart Couch - con la orden oficial de ratificar la culpabilidad, y condena, de Slahi.
Por medio de raccontos, atestiguamos las etapas por las que pasó el muchacho. Cárceles previas, eternos interrogatorios, encadenado, sometido a trampas y amenazas contra su familia, torturado, y sometido a enloquecedores suplicios psicológicos. Años de tormento hasta hacerlo confesar crímenes que nunca cometió.
Slahi era un devoto musulmán. Sus continuas oraciones evitaron su desquicio. Por otra parte, el fiscal Couch era también muy cristiano, y creía estar cumpliendo con su deber.
La tenacidad de las abogadas - en especial Hollander - fue descorriendo obstáculos que ponían en duda la culpabilidad del mauritano. Ello fue permeando la conciencia del fiscal y abriendo su intuición hacia la verdad del caso.
Excelente guion, actuaciones admirables, en especial Tahar Rahim como Slahi, y un lenguaje audiovisual que va aclarando el embrollo con diálogos precisos, y alternando las locaciones con pantalla ancha en EE.UU. y angosta en momentos de presidio y angustia del acusado.
Es palmaria la denuncia: todos los regímenes recurren a la tortura, como si el fin justificara los medios.
Junto a los créditos finales conocemos los rostros de los auténticos protagonistas de esta vergonzosa epopeya.
EXCELENTE Y SOBRIO TESTIMONIO DE CUANDO LA PASIÓN OBLITERA A LA JUSTICIA. DURA, PERO EJEMPLAR.
Un joven mauritano - Mohamedou Ould Slahi - fue arrestado en su hogar por el FBI, hecho prisionero, y mantenido cautivo por 8 años en Guantánamo, por el simple hecho de haber recibido un llamado telefónico de un primo desde un celular de Osama Bin Laden.
Fue consecuencia del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Cualquier contacto, antiguo o reciente, con miembros de Al-Qaeda, era motivo de sospecha y detención.
Aunque nunca hallaron evidencia de su relación con el atentado, la indignación política internacional, y más aún la estadounidense, urgían la pronta captura de cualquier sospechoso, fuera culpable o inocente.
Dos abogadas norteamericanas - Nancy Hollander y Teri Duncan - se atrevieron a emprender la investigación para dilucidar la real implicancia de Slahi.
Por ética profesional acudieron al Hábeas Corpus, es decir, evitar arrestos y detenciones arbitrarias asegurando los derechos básicos de la víctima. Lo hicieron más por Justicia que por razones humanitarias.
Y esta es la médula de la película. Tomarán contacto personal con el prisionero en un recinto militar reservado para los individuos más peligrosos. Escucharán sus declaraciones, e indagarán antecedentes entre los miles de documentos celosamente archivados de la causa.
Su labor, además de recibir el repudio de la opinión pública, halló en los archivos frases y datos importantes tachados previamente con tinta negra. Los accesos parecían impenetrables.
Y unido a lo anterior debieron enfrentarse a un fiscal asignado por el Gobierno y las Fuerzas Armadas - Coronel Stuart Couch - con la orden oficial de ratificar la culpabilidad, y condena, de Slahi.
Por medio de raccontos, atestiguamos las etapas por las que pasó el muchacho. Cárceles previas, eternos interrogatorios, encadenado, sometido a trampas y amenazas contra su familia, torturado, y sometido a enloquecedores suplicios psicológicos. Años de tormento hasta hacerlo confesar crímenes que nunca cometió.
Slahi era un devoto musulmán. Sus continuas oraciones evitaron su desquicio. Por otra parte, el fiscal Couch era también muy cristiano, y creía estar cumpliendo con su deber.
La tenacidad de las abogadas - en especial Hollander - fue descorriendo obstáculos que ponían en duda la culpabilidad del mauritano. Ello fue permeando la conciencia del fiscal y abriendo su intuición hacia la verdad del caso.
Excelente guion, actuaciones admirables, en especial Tahar Rahim como Slahi, y un lenguaje audiovisual que va aclarando el embrollo con diálogos precisos, y alternando las locaciones con pantalla ancha en EE.UU. y angosta en momentos de presidio y angustia del acusado.
Es palmaria la denuncia: todos los regímenes recurren a la tortura, como si el fin justificara los medios.
Junto a los créditos finales conocemos los rostros de los auténticos protagonistas de esta vergonzosa epopeya.
EXCELENTE Y SOBRIO TESTIMONIO DE CUANDO LA PASIÓN OBLITERA A LA JUSTICIA. DURA, PERO EJEMPLAR.
Ficha técnica
Título Original: The Mauritanian
Título Original: The Mauritanian
2021 Biografía, drama, suspenso Inglaterra, EE.UU. - 2,09 hrs.
Fotografía: Alwin H. Küchler
Edición: Justine Wright
Música: Tom Hodge
Diseño Prod.: Michael Carlin
Guion: Michael Bronner, Rory Haines, Sohrab Noshirvani
Actores: Tahar Rahim, Jodie Foster, Benedict Cumberbatch
Director: Kevin Macdonald
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