sábado, 21 de noviembre de 2020

Matar a Pinochet - Por José Blanco Jiménez

La consigna que da el nombre a la película suena a western o a cine negro de los años ’50. En realidad, este imperativo categórico era sólo uno de los objetivos de un grupo armado que creía poder terminar, en Chile, con las atrocidades de una dictadura despiadada. Un episodio que, según parece, muchos querrían olvidar. Y muchas preguntas no tienen respuesta. 


Nunca tuve contacto, ni periodístico ni de tipo alguno, con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Sí conocí, en cambio, a varios miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), porque eran compañeros de la Escuela de Periodismo y participaban democráticamente en las elecciones. Y una de sus banderas de lucha era considerar al Partido Comunista como una agrupación retrógrada y aburguesada.

Digo esto, porque esta película intenta mostrar a un grupo clandestino, organizado militarmente, con reglas draconianas, que también quiso ir más allá de las agrupaciones históricamente reconocidas.

No he tenido la oportunidad de leer el libro Los fusileros: crónica secreta de una guerrilla en Chile de Juan Cristóbal Peña, pero me imagino que – al inspirarse en éste - el director Juan Ignacio Sabatini quiso reflejar el sentimiento y la actuación de jóvenes idealistas que esperaban derrotar a la Dictadura con las armas.

El atentado al general, que había tomado el poder y que lo mantenía con la fuerza, tenía como finalidad descabezar un sistema de cosas que se habría derrumbado debido a la desaparición de su jefe. La voz femenina en off advierte que “hay actos de amor que se hacen con lanzacohetes”. Es la opinión de la narradora, la “comandante Tamara”, que también señala que “hace años que vivo con la muerte cerca” y que “a veces hay que escuchar canciones de amor entre el zumbido de la balas”.

Para los que me leen en el extranjero, es bueno que les informe que Manuel Rodríguez fue un miembro de la clase acomodada criolla, que participó en la resistencia a los españoles durante la Reconquista, entre 1814 y 1817. Era un “pije”, así como Cecilia Magni (verdadero nombre de Tamara) para muchos era una “cuica”. El idealismo de estos jóvenes del FPMR se sustentaba en entrenamiento en Cuba, en creer que se contaba con el apoyo de los que nacieron en la rabia (como el habitante de La Pincoya) y que se habría contado con el apoyo de la mayor parte de los habitantes del país. Les recuerdo que “los ciudadanos” no existían; sólo habitantes (en particular “chilenas y chilenos”).

Pero también creían - ¡hay que decirlo! – que se podía actuar como en las películas, pero con armas de verdad; que “el mundo dura mientras estás vivo”, que se puede “cambiar la historia” con una pomposa “Operación Siglo XX”. El mismo discurso antes de entrar en acción recuerda el del jefe militar que siempre ha pintado la historia oficial: se cubrirán de gloria eliminando a “un monstruo, un tirano”. Pero la realidad suele ser muy diferente.

No sólo el atentado del 7 de septiembre de 1986 fracasó en su objetivo principal, sino que inocentes pagaron con su vida en la dura represalia de las horas siguientes: entre ellos el periodista José Carrasco. Cecilia y su compañero van a asaltar el Retén Los Queñes: después van a ser torturados, ejecutados y lanzados al río Tinguiririca. Después, debido a la delación “inducida”, el grupo fue hacia su disolución.

¿Todo esto valió la pena?

La historia está llena de ejemplos. En varios episodios de la lucha por la libertad del Reino de Italia, los revolucionarios fueron tratados como bandoleros por los mismos que “iban a libertar”. Terminada la Segunda Guerra Mundial, los perseguidos no fueron los fascistas, sino los “partisanos” que lucharon contra el “gobierno legalmente constituido”.

En Chile, los “señores políticos” ya habían planificado todo de manera diferente. Es verdad que Pinochet había dicho “¡muerta la perra se termina la rabia!” sellando la traición al que lo había puesto en ese cargo. En este caso, no habría bastado con su muerte, porque había ya tejida una trama que se extendería por mucho tiempo más. Además de sobrevivir, fue rescatado de Londres por sus “opositores”.

Muchas preguntas quedan abiertas después del fracaso: ¿Fue inexperiencia? ¿Hubo traición? Si la hubo, ¿fue realmente ejecutado el responsable? ¿Qué sentido tenía asaltar Los Queñes? ¿A quiénes les convenía que el Frente existiera?

Además hay otras relativas al FPMR que no están en la película: ¿Por qué actuó como actuó? ¿Por qué se atacaron a algunas personas y a otras no? ¿Hasta qué punto estaba infiltrado por la CNI? ¿Cuál fue la verdadera actuación del Partido Comunista?

Y un tema que ya es recurrente: éstos son episodios que se quieren olvidar. Se recuerda incluso la frase de que se puede ganar con un papel y un lápiz. Pero ¿ganar a quién? Y, sobre todo, ¿para favorecer a quién?

La película invita a reflexionar tanto a los que están de acuerdo con el título como a los que no lo están.

Disponible 21 y 22 de Noviembre 2020 en www.puntoticket.com

(Matar a Pinochet. Chile/Argentina/España, 2020)

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