Un batallón de soldados marcha solemnemente. La extensión parece amplia y la cámara lentamente acompaña sus movimientos. El ambiente es tenso, algo importante sucederá. Se trata de una declaración, la lectura de una sentencia, un antes y un después en la vida del capitán francés Alfred Dreyfus -Louis Garrel-. Para este joven oficial judío el castigo por sus actos de espionaje para favorecer a Alemania consiste en cadena perpetua y relegación a la Isla del Diablo, en la Guyana Francesa. Dreyfus insiste que es un hombre inocente.
Posterior a su nombramiento como jefe de la sección de inteligencia del ejército, el coronel Georges Picquart -Jean Dujardin-, quien fuera parte en el juicio contra Dreyfus, observa nuevos antecedentes que le hacen dudar respecto del verdadero responsable de las filtraciones, debido a que el flujo de secretos aun continúa. Por eso, y ahora desde otra posición, comienza a investigar, y lo que encuentra es una red oscura de encubrimientos, mentiras y corrupción, en un grado difícil de imaginar y comprender.
Basada en la novela "An Oficial and a Spy”, escrita por Robert Harris, la esencia de la cinta es el verdadero caso Dreyfus, que adquiere una connotación especial desde que el escritor Èmile Zola publicara en 1898 en el diario L'Aurore la famosa carta J’accuse…!, dirigida al Presidente de la República, exponiendo inconsistencias y detalles precisos acerca de un hecho que conmocionó fuertemente a la sociedad de la época.
Roman Polanski dirige esta película con indudable maestría. Gracias a un pulso y un ritmo “in crescendo”, la narración compromete en la medida que entramos en su interior. La edición es notable, no hay detalle dejado al azar. Asimismo, la ambientación de cada uno de los lugares, su particular luminosidad y colores empleados, entregan al relato una dimensión que se complementa con encuadres estéticos y una banda sonora que está posicionada en momentos clave.
El guion resulta apasionante. Si bien se cocina a fuego lento y va de menos a más, su forma de construcción permite ir sumando poco a poco los antecedentes que permiten componer el cuadro general. Es hermosa la forma de introducir los recuerdos y también la manera de volver al presente. Son ventanas simbólicas, una transición artística y a la vez sicológica para un protagonista que se cuestiona, reflexiona y decide sus acciones, reflejando una interioridad que se expresa en forma gráfica y convincente.
La personificación de Picquart es excelente, coincidente con el trabajo actoral de un grupo que destaca en todas las secuencias. Resulta creíble que se desafíe la institucionalidad, adquiere peso la importancia de hacer lo correcto, de ir contra la corriente para destapar el oscurantismo de la corrupción. También se evidencian las falsas lealtades y la conveniencia de los actos que colisionan con principios rectores que no debieran ser vulnerados. Punto aparte para el vigor de la defensa que se lleva a cabo, la decidida lucha por demostrar la inocencia de una persona aun sin que existan vínculos de afecto o amistad.
Obviamente, no todo en Picquart es fortaleza, valores y principios. Tiene debilidades, como cualquier ser humano y también es vulnerable, sin embargo su impulso por descubrir la verdad, es lo que prima en su actuar. No es sencillo para él enfrentarse al poder militar y político. Implica un esfuerzo extenuante e incluso peligroso. Además, sus acciones se inscriben dentro de la manera de resolver los problemas de esa época, donde el honor está en juego y los duelos a muerte son habituales.
Una consideración adicional. La carta pública " J’accuse" destapa algo que se transforma en escándalo, da cuenta del poder de la prensa -el llamado cuarto poder-, el que, incluso con su influencia y notoriedad, no logra encausar el orden de las cosas, ni tampoco develar la verdad de los sucesos. Pero aun así hay consecuencias; exponer públicamente es algo que trae cola, puede resultar tan beneficioso como perjudicial y peligroso. Acá lo vemos, con un segundo juicio y una apelación, con el paso de años y años para conseguir que se aclarare todo.
Sin eludir la actual condición legal de Roman Polanski, esta cinta se podría perfectamente relacionar con su propia situación, lo que agrega discusión respeto de esta expresión artística. Y como todo elemento importante, se transforma en parte sustancial del debate, aunque sobrepase este trabajo puntual o se asocie a otras condiciones. No obstante lo anterior, “J’accuse” es interesante por sí misma, independiente su realizador, pero sin duda no es posible separarles del todo.
Como consideración final una ratificación: Polanski filma de una manera excelente, su relato es sólido y sus acentos son ya característicos. Ver su cine siempre es una experiencia y esta película no desentona en lo absoluto. Y por favor no se pierda los créditos finales, momento para el que Alexandre Desplat junto con el director, destinan, tal vez, la mejor partitura de la cinta.
Ficha técnica
Título original: J’accuse
Año: 2019
Duración: 126 minutos
País: Francia
Productora: Coproducción Francia-Italia; Gaumont, Légende Films, Canal+, Eliseo Cinema, France 2 Cinema, France 3 Cinéma, RAI Cinema
Género: Drama. Intriga | Biográfico. Histórico. Siglo XIX. Ejército. Años 1900 (circa)
Guion: Roman Polanski, Robert Harris. Novela: Robert Harris
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Pawel Edelman
Reparto: Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois, Hervé Pierre, Wladimir Yordanoff, Didier Sandre, Melvil Poupaud, Mathieu Amalric, Laurent Stocker, Eric Ruf, Vincent Pérez, Michel Vuillermoz, ver 10 más
Dirección: Roman Polanski
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