lunes, 2 de octubre de 2023

El Conde - Por Carlos Correa Acuña

Disponible en Netflix.

Si usted espera encontrar en “El Conde” una película tradicional, se llevará una sorpresa, porque de la mano de un blanco y negro furioso, el cineasta Pablo Larraín arremete con un trabajo disruptivo que no deja indiferente.

Entonces, ¿qué tenemos, cine fantástico, comedia negra, sátira desopilante? Un poco de todo, y en varias dosis, es lo que compone esta nueva producción de Fábula que se encarga de dar vida al dictador chileno Augusto Pinochet, literalmente encarnado por un magistral Jaime Vadell.

El marco de acción es muy claro, porque Pinochet no es un aparecido, sino un vampiro que luego de 250 años siente que quiere morir de una vez por todas. Esto de la vida eterna no va con él, menos ahora que va quedando atrás su más reciente incursión como general plenipotenciario de un pequeño país ubicado al fin del mundo, en el extremo sur de América Latina.

Son justamente las circunstancias la que condicionan sus decisiones, porque más que la presión de su mujer, Lucía -Gloria Münchmeyer-, y la de sus hijos tras una herencia fastuosa, es la aparición de una joven contadora -Paula Luchsinger-, que en realidad es una monja encubierta que lo viene a exorcizar, lo que provoca que la madeja se enrede y desenrede en partes iguales, avanzando y retrocediendo en múltiples aristas tanto presentes como pasadas.

El eje de todo este relato no es Pinochet ni su entrono familiar, sino su fiel mayordomo -Alfredo Castro-, que permite la continuidad necesaria y contrapeso perfecto a esa voz en off que ilustra muchos de los momentos del metraje. Y es brillante esa conjunción, porque el juego de lo presente y lo ausente es un reflejo de los estados de ánimo del centenario personaje, que se debate entre la trascendencia y la intrascendencia, entre el recuerdo y el olvido, entre su legado y lo abominable de sus actos.

“El Conde” es de esas películas que no están expuestas directamente a la audiencia. Por el contrario, es una cinta que está oculta, que ocurre varios niveles por debajo, y que necesita de una cierta capacidad de abstracción para poder internarse en ella. Dentro de una estética admirable, cuidada y también muy fina, se esconde un brutal realismo. Cuando la percibimos extraña y difusa, en realidad lo que hace Larraín es confundirnos para que nos concentremos en ciertos detalles que asoman prístinos en aquellos diálogos que dejan ver grandes verdades. Cuando no sabemos dónde va, es mejor no oponer resistencia, porque si pretendemos ponerle una camisa de fuerza, seremos nosotros los que saldemos desnudos del cuarto y aquello no es buen consejo.

Ya está dicho que no estamos ante un filme convencional, y podemos agregar que la mezcla de estilos a los que recurre el guion es variopinto. Hay mucho de magia, de fantasía, de humor absurdo, de un reduccionismo que parece sacado de cuadros expresionistas (¡qué contradicción!), y que logra expandir su universo con detalles mínimos y particulares. No es el cine al que Pablo Larraín nos tiene acostumbrados, no, más bien es una exploración diferente, más sensorial, más emocional tal vez, donde lo onírico se toma la pantalla -ya había algo de ello en su adaptación a serie de la novela de Stephen King, 'La historia de Lisey”-, y donde la refinada burla cobra un papel relevante para crear y recrear a un personaje en franca decadencia a través de una sátira que lo deja total y absolutamente descompuesto.

Mención aparte para la banda sonora, brillante por momentos, que entrega unos matices difíciles de explicar con palabras, como cuando tenemos varios pasajes de las Cuatro Estaciones, o esos sonidos envolventes de violoncello en algunas secuencias, que buscan denodadamente un sentido explicativo.

“El Conde” explora irónicamente una arista controversial pero muy cierta: es mucho peor ser ladrón, robar, que cometer crímenes. Absurdo, sí, pero no por ello menos cierto en el inconsciente colectivo. Esa es la espada de Damocles que se cierne sobre Pinochet: ser denostado por robar y no por las atrocidades cometidas. Las estafas lo ubican en un escalafón distinto, mucho más abajo, lo degradan y lo perforan íntimamente. Su ambición se desmorona porque ante ello no hay salvación posible. Imagínese, Pinochet quiere morir, y no ser trascendente; es como el mundo al revés. Pero justamente el fin de la historia es lo que mejor representa esa contradicción vital de un personaje que, entre tantas caricaturas, aflora con reluciente claridad: victimario o víctima, un dilema polémico, profundo, subjetivo, ético, moral, económico, político, humano, intelectual y afectivo. Para todo el mundo, y también un mundo en sí mismo.

Ficha técnica

Título original: El Conde
Año: 2023
Duración: 110 minutos
País: Chile
Compañías: Fabula. Distribuidora: Netflix
Género: Comedia. Fantástico | Comedia negra. Vampiros. Sátira
Guion: Guillermo Calderón, Pablo Larraín
Fotografía: Edward Lachman
Reparto: Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro, Paula Luchsinger
Dirección: Pablo Larraín

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