viernes, 21 de julio de 2023

Oppenheimer - Por Carlos Correa Acuña

En lo esencial, “Oppenheimer”, la esperada película de Christopher Nolan, construye un perfil psicológico-emocional del llamado “padre de la Bomba Atómica”, una descripción humana muy acabada de este físico teórico -carácter, relaciones personales, profesionales y acciones-, que entrega un retrato interesantísimo de una persona clave en los sucesos que provocaron el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La película está en constante desarrollo. La progresión de la tensión dramática no decae en ningún momento durante sus tres horas de duración. Resulta magnética, con un ritmo por momentos vertiginoso, permitiendo que las diferentes líneas temporales se crucen, como en el espacio-tiempo, aspecto característico de su director, uniéndose y separándose de forma tan natural que tanto las referencias como la acción se aprecian simples, a pesar de la gran cantidad de personajes que permanentemente se van introduciendo.

El elenco escogido sin duda es de primer nivel. Cillian Murphy entrega vida a J. Robert Oppenheimer, y no cabe duda que es él, en cuerpo, alma y espíritu, en una actuación que sin duda será ampliamente reconocida. Asimismo, Robert Downey Jr. como el empresario Lewis Strauss, aporta una dosis notable de contrapunto, posicionando esa extraña dualidad de amistad-enemistad que forma parte central de uno de los conflictos que la cinta logra develar, especialmente lo que se desprende desde que Strauss, en 1947, le ofrece el puesto de director del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton y Oppenheimer tiene un encuentro breve pero fundamental con Albert Einstein -Tom Conti-. También resulta preciso el papel de Matt Damon como Leslie Groves, el general a cargo de reclutar a los expertos del “Proyecto Manhattan”, y de montar el Laboratorio Los Alamos, en Nuevo México, un rol que va mutando con el correr del metraje y siempre mostrando una significativa presencia. Emily Blunt como Katherine "Kitty" Oppenheimer y Florence Pugh como Jean Tatlock, representan las visiones femeninas -las relaciones amorosas del protagonista- y ambas las desarrollan muy bien, de manera sólida, conformando un punto alto para una cinta que tiene escasa presencia de mujeres en su abanico de personajes.

La música de Ludwig Göransson es excelente. No solo resulta apropiada para cada momento, sino que se da el lujo de hacer variaciones sobre sus temas, melódicas y rítmicas, como asimismo aportar una metáfora particular con esos descensos de notas -llamadas glissando-, haciendo referencia directa a caídas de bombas. Es notable como la sala vibra con los sonidos. Aquello es algo difícil de describir y cuya experiencia solo se puede vivivenciar presencialmente en un cine -idealmente pantalla IMAX-, donde las mezclas adquieren otra proporción, y las imágenes -filmadas con cámaras especiales para dicha tecnología-, se revelan impresionantes.

Sobre el argumento, el proceso de desarrollo permite vislumbrar el tema y al mismo tiempo plantear el dilema. Son muchas capas las presentes, y también sus temáticas. Poder, política, ideología, competencia, son aspectos en permanente tensión, como asimismo el valor de la ciencia cuando se orienta a tal o cual objetivo. Christopher Nolan, con un guion de su autoría basada en el libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin, “American Prometheus”, plantea preguntas muy incómodas, pero necesarias, sobre la carrera atómica y sus consecuencias. Nuevamente la justificación, o el clásico cuestionamiento de si el fin justifica los medios, está más presente que nunca, porque se trata de terminar la guerra y también de anticiparse a Alemania y a la Unión Soviética en el desarrollo de un arma tan poderosa que por sí misma pudiese asegurar la paz mundial.

¿Habría concluido la guerra sin las bombas detonadas en Japón? ¿Era inevitable este desenlace, o también había una necesidad de demostrar capacidad científica y bélica? La secuencia de prueba -Trinity- es realmente magistral, tanto desde su preparación, que incluye las disyuntivas descritas, como desde la secuencia que se reproduce, pues la exploración de posibilidades, el ensayo y el error, el fallo y el éxito, conviven permanentemente en un ida y vuelta que parece no tener fin. Al concluir, justo completando dos tercios de la película, la luz, el sonido, los tiempos y reacciones forman una secuencia en cadena que se sale de la pantalla y nos llega directamente, tan profundamente como las palabras de Oppenheimer basadas en un verso de Bhagavad-gītā: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Cuando asoma esa contradicción abismante, por una parte la celebración y por otra parte la tragedia, lo que vemos es perturbador. El vacío es palpable, visible, y es increíble el efecto que produce, en ese preciso momento, la ausencia musica y sonido.

Al pasar al tercio final, vemos otra película. Las acusaciones, el juego de lealtades, los ataques arteros y las defensas corporativas, se funden en juicios políticos, morales y éticos. ¿Logra sobreponerse la realidad? ¿Quién gana, quién pierde, o es finalmente un juego de suma cero?

“Oppenheimer” es excelente y resulta embriagadoramente inmersiva, dado que produce la sensación estar dentro de ella. Visualmente es de una compenetración asombrosa, un trabajo de joyería con el que Christopher Nolan nos sorprende, una vez más, asumiendo enormes riesgos, y generando un resultado brillante -por momentos alucinante-, atractivo y vibrante.

Ficha técnica

Título original: Oppenheimer
Año: 2023
Duración: 180 minutos
País: Estados Unidos
Compañías: Universal Pictures, Atlas Entertainment, Syncopy Production, Gadget Films. Distribuidora: Universal Pictures
Género: Drama | Biográfico. Años 40
Guion: Christopher Nolan. Libro: Kai Bird, Martin J. Sherwin
Música: Ludwig Göransson
Fotografía: Hoyte van Hoytema
Reparto: Cillian Murphy, Emily Blunt, Matt Damon, Robert Downey Jr., Florence Pugh, Josh Hartnett, Casey Affleck, Rami Malek y Kenneth Branagh.
Dirección: Christopher Nolan

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