Entrar en la mente y en la vida de un artista creador resulta ser algo bastante seductor. Conocer qué piensa, cuáles son sus motivaciones o qué le mueve en el día a día, sin duda podría ofrecernos una perspectiva diferente. Ahora bien, si el relato corresponde al mismo autor, quien recuerda sus inicios y especialmente la semana previa a su cumpleaños número 30 en la que se encuentra terminando un musical en el que ha estado trabajando por ocho años, el resultado es tan vertiginoso como incierto. ¿Con qué nos encontramos? Veamos.
Corre el año 1992 y vemos a Jonathan Larson -Andrew Garfield-, ejecutando su monólogo “Tick, Tick ... Boom!” frente a una pequeña audiencia en un Teatro de Nueva York. El relato, en primera persona, se remonta a los años previos, a sus malabares como camarero en simultáneo con la composición musical, a la relación con su novia, a los altos y bajos con su mejor amigo, a las crecientes dificultades económicas, a la falta de inspiración, más todo aquello que debe enfrentar un joven soñador que busca afanosamente ser exitoso y que está a punto de mostrar en público su primer trabajo, el musical “Superbia”.
Esta historia autobiográfica, escrita por el verdadero Jonathan Larson, funciona como un sentido homenaje. Con guion de Steven Levenson y dirigida por Lin-Manuel Miranda -en su debut como director-, la cinta tiene buen ritmo aunque se ralentiza cuando el canto se desconecta de la acción. La edición y superposición de los años resulta interesante, lo mismo que la narración desde una improvisada sala de ensayos, lo que aporta nexos que unen las diferentes secuencias y tiempos.
Las actuaciones son cercanas y creíbles. Existe una cierta simpleza, especialmente en Garfield, su protagonista, lo que contribuye a alivianar una pesada carga dramática asociada al propio Larson. La música representa pensamientos y diálogos comunes. Corresponde a un estilo musical en el que no es sencillo llevar con naturalidad lo cotidiano a un formato teatral que integre música, canto y actuación, en una representación que perfectamente podríamos denominar como una “ópera moderna”, guardando, naturalmente, todas las diferencias.
La película se centra en el proceso creativo y también en la búsqueda de realización y éxito. Debido a ello, no escatima esfuerzos en presentar la realidad personal del compositor, sus aciertos y desaciertos, su necesidad de reconocimiento y también su desesperación cuando todo parece cerrarse frente a él. Ahí hay algo más fuerte, esa necesidad vital de expresar lo que alimenta el motor de sus acciones. Fracaso tras fracaso parece el camino conducente hacia una esquiva posibilidad de éxito, que no se vislumbra, pero que se desea con fervor, a pesar de todo. Surge allí la constancia y la perseverancia, algo muy complejo cuando todo se oscurece, cuando las críticas parecen adversas, cuando el foco se diluye y se aleja una posible oportunidad.
“Tick, Tick... Boom!”, también explora sobre las relaciones afectivas de los artistas, ese mundo propio versus la pareja y los amigos. Hay mucho de soledad, de individuación y de ego. Saltan las dudas de cómo vivir realmente la vida. ¿Seguir lo previsto? ¿Renunciar a lo deseado por un camino convencional? Si no hay certeza que la expresión, en este caso musical, es el motor de la vida, resulta muy fácil claudicar en un camino pedregoso y siempre cuesta arriba.
Lin-Manuel Miranda conoce como pocos el oficio, por lo que en su debut a cargo de la dirección, lo filma bien, es consistente de lo que realiza y aporta una mirada desde dentro que por momentos resulta embriagadora. Es, por supuesto, un reconocimiento explícito a Jonathan Larson, a sus composiciones, a su vida y a su tesón incontrarrestable, sin embargo lo íntimo y personal suele pasar a un segundo plano cuando sobresalen los números musicales. Tal vez esto sucede por carencia de mayor peso en los actores para encarnar mejor las escenas más dramáticas, o tal vez sencillamente no es la finalidad de su guionista ni de su director. Podemos especular, pero finalmente no lo sabemos.
Como resultado general, la suma y resta es claramente positiva. Sin tener demasiadas expectativas me pareció agradable y convincente, no brillante, pero sí por momentos vibrante, lo que da cuenta que Lin-Manuel Miranda aun tiene mucho que expresar desde sus ya multifacéticas funciones.
Ficha técnica
Título original: tick, tick... Boom!
Año: 2021
Duración: 115 minutos
País: Estados Unidos
Productora: 5000 Broadway Productions, Imagine Entertainment. Distribuidora: Netflix
Género: Musical. Drama | Biográfico. Años 90
Guion: Steven Levenson. Libro: Jonathan Larson
Música: Jonathan Larson
Fotografía: Alice Brooks
Reparto: Andrew Garfield, Alexandra Shipp, Robin de Jesus, Vanessa Hudgens, Joshua Henry, Bradley Whitford, Judith Light, Jordan Fisher, David Iacono, Joanna Adler, Alex D. Jennings, Marie Rose Baramo, Jared Loftin
Dirección: Lin-Manuel Miranda
Corre el año 1992 y vemos a Jonathan Larson -Andrew Garfield-, ejecutando su monólogo “Tick, Tick ... Boom!” frente a una pequeña audiencia en un Teatro de Nueva York. El relato, en primera persona, se remonta a los años previos, a sus malabares como camarero en simultáneo con la composición musical, a la relación con su novia, a los altos y bajos con su mejor amigo, a las crecientes dificultades económicas, a la falta de inspiración, más todo aquello que debe enfrentar un joven soñador que busca afanosamente ser exitoso y que está a punto de mostrar en público su primer trabajo, el musical “Superbia”.
Esta historia autobiográfica, escrita por el verdadero Jonathan Larson, funciona como un sentido homenaje. Con guion de Steven Levenson y dirigida por Lin-Manuel Miranda -en su debut como director-, la cinta tiene buen ritmo aunque se ralentiza cuando el canto se desconecta de la acción. La edición y superposición de los años resulta interesante, lo mismo que la narración desde una improvisada sala de ensayos, lo que aporta nexos que unen las diferentes secuencias y tiempos.
Las actuaciones son cercanas y creíbles. Existe una cierta simpleza, especialmente en Garfield, su protagonista, lo que contribuye a alivianar una pesada carga dramática asociada al propio Larson. La música representa pensamientos y diálogos comunes. Corresponde a un estilo musical en el que no es sencillo llevar con naturalidad lo cotidiano a un formato teatral que integre música, canto y actuación, en una representación que perfectamente podríamos denominar como una “ópera moderna”, guardando, naturalmente, todas las diferencias.
La película se centra en el proceso creativo y también en la búsqueda de realización y éxito. Debido a ello, no escatima esfuerzos en presentar la realidad personal del compositor, sus aciertos y desaciertos, su necesidad de reconocimiento y también su desesperación cuando todo parece cerrarse frente a él. Ahí hay algo más fuerte, esa necesidad vital de expresar lo que alimenta el motor de sus acciones. Fracaso tras fracaso parece el camino conducente hacia una esquiva posibilidad de éxito, que no se vislumbra, pero que se desea con fervor, a pesar de todo. Surge allí la constancia y la perseverancia, algo muy complejo cuando todo se oscurece, cuando las críticas parecen adversas, cuando el foco se diluye y se aleja una posible oportunidad.
“Tick, Tick... Boom!”, también explora sobre las relaciones afectivas de los artistas, ese mundo propio versus la pareja y los amigos. Hay mucho de soledad, de individuación y de ego. Saltan las dudas de cómo vivir realmente la vida. ¿Seguir lo previsto? ¿Renunciar a lo deseado por un camino convencional? Si no hay certeza que la expresión, en este caso musical, es el motor de la vida, resulta muy fácil claudicar en un camino pedregoso y siempre cuesta arriba.
Lin-Manuel Miranda conoce como pocos el oficio, por lo que en su debut a cargo de la dirección, lo filma bien, es consistente de lo que realiza y aporta una mirada desde dentro que por momentos resulta embriagadora. Es, por supuesto, un reconocimiento explícito a Jonathan Larson, a sus composiciones, a su vida y a su tesón incontrarrestable, sin embargo lo íntimo y personal suele pasar a un segundo plano cuando sobresalen los números musicales. Tal vez esto sucede por carencia de mayor peso en los actores para encarnar mejor las escenas más dramáticas, o tal vez sencillamente no es la finalidad de su guionista ni de su director. Podemos especular, pero finalmente no lo sabemos.
Como resultado general, la suma y resta es claramente positiva. Sin tener demasiadas expectativas me pareció agradable y convincente, no brillante, pero sí por momentos vibrante, lo que da cuenta que Lin-Manuel Miranda aun tiene mucho que expresar desde sus ya multifacéticas funciones.
Ficha técnica
Título original: tick, tick... Boom!
Año: 2021
Duración: 115 minutos
País: Estados Unidos
Productora: 5000 Broadway Productions, Imagine Entertainment. Distribuidora: Netflix
Género: Musical. Drama | Biográfico. Años 90
Guion: Steven Levenson. Libro: Jonathan Larson
Música: Jonathan Larson
Fotografía: Alice Brooks
Reparto: Andrew Garfield, Alexandra Shipp, Robin de Jesus, Vanessa Hudgens, Joshua Henry, Bradley Whitford, Judith Light, Jordan Fisher, David Iacono, Joanna Adler, Alex D. Jennings, Marie Rose Baramo, Jared Loftin
Dirección: Lin-Manuel Miranda
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