miércoles, 16 de octubre de 2019

Ema - Por Carlos Correa

La última cinta del director chileno Pablo Larraín nos recuerda algunos rasgos característicos de su estilo. Desde luego su producción nunca ha sido condescendiente, y si bien sus trabajos anteriores, “Neruda” y “Jackie”, distan de la incomodidad de “El Club” y “Post mortem”, con “Ema”, Larraín vuelve a sellos ya explorados en “Tony Manero” y “Fuga” -su ópera prima-, donde el punto principal es la sensación de desazón que transmite a la audiencia lo largo de toda la película. 

Ema -Mariana Di Girolamo- es una joven bailarina y profesora de baile en un colegio, casada con Gastón -Gael García Bernal- coreógrafo de la compañía donde ambos participan. La pareja está en crisis pues han devuelto al SENAME -Servicio Nacional de Menores- al hijo adoptado por ellos; no pudieron, tal vez no fueron capaces y fueron superados por las conductas con que Polo los puso a prueba. Ema quiere seguir adelante, Gastón recrimina; Ema siente que aún es la madre de Polo, Gastón anhela la familia que no se pudo consolidar; Ema escapa, busca, improvisa, Gastón se sumerge en sí mismo y en sus actividades; están cada vez más distantes pero un vínculo los mantiene enlazados a pesar de ser un matrimonio que se está separando.

Pablo Larrain y su equipo logran provocar con una incómoda propuesta. El guion escrito por el mismo director junto a Guillermo Calderón y Alejandro Moreno parece un constante deambular, una improvisación dotada de características difíciles de ordenar, sin forma aparente y con finos detalles apreciables en cada escena y en cada secuencia. El oficio del director es mayúsculo, especialmente en los seguimientos que hace con la cámara y los primeros planos con los que retrata a sus protagonistas. Las luces del puerto de Valparaíso, los colores de su característico cielo, el espectáculo de baile de la compañía, gran producción escénica y telón de fondo de los primeros minutos del metraje, hablan de un amplio dominio visual con un desarrollo en el que banda sonora de Nicolas Jaar es un acierto.

“Ema” -y aquí se abre un espacio totalmente subjetivo- nos revela a un Larrain que explora el protagonismo femenino en forma opuesta al trabajo realizado anteriormente con “Jackie”, el 2016. Esta vez se trata de una mujer inserta en una comunidad de artistas, que tiene diversos intereses, amistades y círculos que si bien son especiales no están fuera de una realidad común. No se trata de una estrella ni menos de un “personaje”. Ema es una mujer qué transita, que experimenta, que busca su identidad y también su lugar en el mundo en el que se encuentra. Ella tiene una historia que no conocemos, solo accedemos a algunas luces sobre su vida que se van revelando en la medida que interactúa con su entorno. Ema lleva el peso de la cinta y Mariana Di Girolamo lo sabe. Larrain basa su expresión de feminismo en los más mínimos detalles de la actuación de la protagonista quien logra una desenvoltura expresiva que va más allá de cualquier directriz. La búsqueda y exploración de Ema, afectiva, emocional, sexual y cognitiva nos puede dejar exhaustos pero en ningún caso indiferentes. Hay un ser inquieto que se abre paso entre moldes clásicos y con ello desequilibra cualquier estereotipo preconcebido.

Aún después de unas horas procesando la experiencia aún me cuesta descubrir los puntos más profundos del trabajo de Pablo Larrain. Intento apreciar las capas del relato, el objetivo de esas desconexiones y si son aparentes o de fondo. Asimismo, trato de entender los movimientos y especialmente las motivaciones intrínsecas que tiene la protagonista, qué la hace actuar así, tomar los caminos y riesgos que decide emprender. Hay una gran cuota de misterio y acá, no es novedad, el director no nos de pistas sino que nos obligue a hacer nosotros el ejercicio intelectual.

Aún dicho lo anterior, hay dos elementos de esta cinta que todavía me dan vuelta. El primero tiene que ver con las numerosas preguntas que la cinta entrega y que por cierto no son respondidas. ¿Debemos esperar más tiempo para digerirla y procesarla? ¿O bien, sencillamente, no se puede someter a un análisis racional sino que debe ser eminentemente una experiencia? Como segundo punto, me asalta una duda que puede ser de fondo o tal vez solo una impresión. En el transcurso de la cinta percibo escenas llenas de detalles y con un dramatismo dotado de gran realidad. Sin embargo, me ha costado unir esas secuencias. Por momentos, incluso, me ha parecido que las escenas han sido rodadas sin un conocimiento cabal de los actores del guion integral. Esta carencia de conexión emocional, de peso específico y de gradualidad, en algunos casos, me lleva a dudar sobre la forma de la realización más que de su fondo, es decir sobre la percepción que podemos tener los espectadores de lo que observamos linealmente. Y como el arte no tiene necesariamente una forma definida, esto no sería un problema, en absoluto, porque la paleta de herramientas es amplia y está para ser usada y descubierta a cada instante. Por ello esta duda se va disipando mientras escribo estas líneas porque Pablo Larrain, una vez más, me desafía a concentrar mi foco en la emoción más que en la razón.

Ficha técnica  

Título original: Ema
Año: 2019
Duración: 102 minutos
País: Chile
Productora: Fabula
Género: Drama | Familia. Adopción
Guion: Guillermo Calderón, Alejandro Moreno, Pablo Larraín
Música: Nicolas Jaar
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto: Mariana Di Girolamo, Gael García Bernal, Santiago Cabrera, Giannina Fruttero, Catalina Saavedra, Eduardo Paxeco, Mariana Loyola, Paola Giannini, Antonia Giesen, Josefina Fiebelkorn, Susana Hidalgo
Dirección: Pablo Larraín

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