miércoles, 19 de diciembre de 2018

Sin dejar huellas - Por Carlos Correa

Un adolescente desaparece sin dejar rastros. Su madre desesperada lo denuncia a la policía. El detective a cargo -Vincent Cassel- no toma muy en serio el asunto, sin embargo el caso explota al día siguiente. Comienza la investigación, la búsqueda, los testigos, … y por supuesto, las sospechas.

Este thriller francés, basado en la novela de Dror Mishani y dirigido por Érick Zonca, posee un guion inteligente que da varias vueltas y giros, sin embargo su foco no está puesto solamente en la resolución de la historia. Aquello corresponde a la primera capa, la más obvia y esperable. Y el director la resuelve bien, porque la tensión se mantiene hasta el final. Pero hay más. En una segunda y tal vez tercera capa está el centro del relato, del que se desprende un drama familiar que abarca muchos ámbitos íntimos y que roza las fibras más internas del investigador.

La centralidad de la narración está en la construcción de los personajes presentes en la historia, en especial la conformación de los roles secundarios. El trabajo que realiza Zonca es preciso para dotar a cada uno de ellos con las intervenciones justas. Medidas casi al segundo, vemos características que surgieren y esbozan participación, complicidad y mayormente infinitas dudas. Se abren preguntas que no obtienen respuesta y la inquietud crece también por esa arista de la escritura.

Vincent Cassel logra un objetivo extraño con su personaje, porque este desaliñado policía, François Visconti, el “comandante”, con rasgos depresivos y un alcoholismo que lo consume, resulta bastante desagradable. Tanto, que descoloca. Claro, en su interior arrastra una vida de frustraciones y una relación en extremo delgada con su propio hijo adolescente.

En la madre del joven desaparecido, Solange Arnault, interpretada por Sandrine Kiberlain, observamos una mujer intrigante que no muestra todas sus cartas y de quien podemos percibir que vive un trance interior. Su hijo ha desaparecido, su hija tiene síndrome de down pero hay algo más… Y en el vecino, el profesor de francés que construye Romain Duris, vemos tal vez al personaje mejor logrado de todos y que termina por cerrar los protagónicos de un relato que está marcado por la incomodidad subterránea de historias personales que tienen una carga emocional importante.

La película no tiene un ritmo frenético. No lo necesita. Al contrario, es de los metrajes que adormecen para luego golpear. El reposo es aparente, es falso. Es usado para desviar nuestra atención y luego hacernos girar bruscamente pero sin mayores fuegos artificiales. Las historias profundas son paralelas y están en las capas internas que son mucho más visibles al revisitar la cinta que en una primera lectura.

“Fleuve noir” -Río negro- no atrapa pero seduce en sus 113 minutos y sobre todo funciona mejor después, al recordarla. Allí se hacen presentes algunas características que son importantes de visualizar para entender el contexto. Es un thriller diferente y oscuro en el que debemos leer entre líneas. Y funciona en la medida que nosotros dejemos que funcione, algo que en el cine actual, en ocasiones, representa un desafío difícil de salvar.

Ficha técnica

Título original: Fleuve noir
Año: 2018
Duración: 113 minutos
País: Francia
Productora: Curiosa Films / Versus Production / FD Production
Género: Thriller. Cine negro
Guion: Érick Zonca, Lou de Fanget Signolet (Novela: Dror Mishani)
Música: Rémi Boubal
Fotografía: Paolo Carnera
Reparto: Vincent Cassel, Romain Duris, Elodie Bouchez, Sandrine Kiberlain, Charles Berling, Christophe Tek, Lauréna Thellier, Sadek
Dirección: Érick Zonca

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