Lo mejor de esta cinta de terror es Ashly Bell, su joven protagonista. Es una actriz que, con una carrera bien administrada, seguirá ascendiendo en calidad y renombre.
El resto es la secuela de un filme homónimo del 2010. La primera parte, parcialmente tratada como documental, logró más interés por la novedad de los acontecimientos: un pastor protestante incrédulo de los exorcismos, al querer demostrar el fraude que ellos significan, invoca a demonios que destruirán a casi todos los involucrados.
En esta segunda parte, la muchacha poseída – Ashly Bell – es rescatada con vida e internada en una clínica psiquiátrica.
Cuando ya pareciera haber recuperado su equilibrio psíquico y emocional, los demonios vuelven a acosarla al punto de poseerla incluso en su personalidad consciente.
Esta vez la historia se limita a seguir el proceso de la nueva posesión, pero en lugar de exponer la psicología de sus personajes secundarios – que sin duda son gravitantes – se afirma en golpes orquestales de terror, en cuidada iluminación tenebrosa, y en una neutralidad absurda de valores (positivos o negativos) que impiden la identificación del espectador.
Así, nos limitamos a observar los hechos sin la posibilidad de involucrarnos ni moral ni emocionalmente y, por lo tanto, falla en transmitir terror... salvo por las tomas sorpresivas y por los golpes orquestales.
SÓLO VALE POR EL TALENTO Y CARISMA DE SU ACTRIZ PRINCIPAL, ASHLY BELL.
Ficha técnica
Director: Ed Gass-Donnelly
Actores: Ashly Bell, Julia Garner, Spencer Treat Clark
EE.UU. – 88 minutos
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