miércoles, 16 de noviembre de 2016

La llegada - Por José Blanco Jiménez

Durante el año cinematográfico, llegan dos o tres películas dignas de ser recordadas. Ésta es una de ellas, tanto por contenido como por presentación.

Comienza como el Día de la Independencia (Independence Day, de Roland Emmerich, 1996; Independence Day: Resurgence, de David Levinson., 2016), con la llegada de naves espaciales a la Tierra y el natural recelo de los belicosos terrícolas.

Para establecer un contacto, el ejército de los Estados Unidos (representado por un coronel que interpreta Forest Whitaker) recluta a la lingüista Louise Banks (Amy Adams) y al físico teórico Ian Donnelly (Jeremy Jenner). Ambos son introducidos en una de las naves alienígenas y entran en comunicación con los extraterrestres a través de un cristal que los separa.

El principal problema semiótico consiste en establecer un código que permita la comunicación. Se trata de seres gigantescos, que parecen vegetales con siete pies (por ello los llaman heptápodos) y que emiten un flujo negro que forma círculos. El trabajo de Louise y de Ian consistirá en traducirlos a un lenguaje comprensible.

Mientras tanto, el mundo enloquece y amenaza un ataque, en particular China, que está gobernada por un dictador con rango de general. Pero justamente de él vendrá la solución, cuando la protagonista logrará entrar en sintonía con los visitantes y comprenderá que tiempo y lenguaje tienen dimensiones diferentes a las acostumbradas. Ella ha pasado por el trauma de la pérdida de su hija, pero comprenderá que ése es el comienzo de un nuevo ciclo.

El canadiense Denis Villeneuve (Sicario, 2015) se enfrenta con una temática que ya han enfrentado clásicos de la ciencia ficción como Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) y Contacto (Contact, de Robert Zemeckis, 1997). Además, están las experiencias absolutamente humanas de Gravity (de Alfonso Cuarón, 2013) e Interstellar (Christopher Nolan, 2014).

Arrival tiene algo más: la esperanza. No se trata ya de la inmersión total en el espacio - con la desesperada búsqueda de la madre tierra – sino del encuentro con la “lengua madre” dentro del útero de la astronave, donde están abolidos mutuamente materia y luz, verticalidad y horizontalidad. El pensamiento necesita de una representación y la figura del círculo (con las pequeñas variantes en su circunferencia) transporta hacia la eternidad y permite superar la imagen antropocéntrica de un cine que habla en inglés a seres de aspecto monstruoso.

Y el lenguaje debe ser bicrómico, porque la línea negra progresiva necesita de lo blanco del espacio. A fin de cuentas, el ser humano no crea nada, pero necesita comunicarse: como lo demuestra la hija - en recuerdo pasado y futuro – con sus dibujos y figuras de plasticina.

(Arrival. USA, 2016)

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