La casa existe verdaderamente y está ubicada en la comuna de Quinta Normal de la Región Metropolitana de Chile. Se le conoce como la Casona Dubois y constituye una leyenda urbana que incluye brujería, un infanticidio y un suicidio.
Bastan estos hechos para montar una película de terror, pero Jorge Olguín ha querido agregar un elemento más, que – naturalmente – no diré para mantener el suspenso.
Este joven director chileno (1972) es el principal representante del género en nuestro país y ya ha sorprendido al público con obras como Ángel negro (2000), Sangre eterna (2002), Solos(2008), Caleuche: El llamado del Mar (2012) y Gritos del bosque (2014).
Otros han probado y conseguido buenos resultados como Diego González-Durney con El Ejército de los Helechos (2011), Guillermo Amoedo con La maldición (2014) y José Miguel Zúñiga con Contra el Demonio (2018). Todas comentadas por mí y consultables en el Archivo Virtual de www.candilejas.cl.
La acción nuclear se desarrolla en tiempo real. Corre el año 1980 (durante la dictadura cívico-militar) y un suboficial de carabineros (Gabriel Cañas) entra de noche a la casa, por una razón que resulta un poco imprecisa casi hasta el final. La cámara lo sigue de manera incansable mientras a su alrededor se producen fenómenos paranormales.
Es imposible no efectuar un análisis de transtextualidad. Olguín reconoce que sus maestros son Alfred Hitchcock y John Carpenter. Sin embargo, el trabajo de cámara me trae a la memoria Rec (de Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007) y el ambiente claustrofóbico es el mismo de Enterrado (del gallego Rodrigo Cortés, Buried, 2010), que recuerda claramente a Ryan Reynolds cuando el protagonista se alumbra con el pequeño encendedor.
Para dar mayor credibilidad a los acontecimientos, se muestran algunas grabaciones de la televisión abierta, participa un especialista y se registran fenómenos extraños mientras se graba el making of.
Un párrafo aparte lo merece la música, que apoya con acierto al relato.
(La casa. Chile, 2019)
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viernes, 21 de febrero de 2020
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