Título original: The Resident
Calificación: mayores de 14 años
Duración: 91 minutos
Género: Thriller
Año: 2011
País: USA - Reino Unido
Director: Antti Jokinen
Elenco: Hilary Swank, Jeffrey Dean Morgan, Christopher Lee.
José Astorga @signiscinechile
Los puentes de Brooklyn son el escenario de fondo y el eslabón que conduce hacia el viejo Nueva York, el de los barrios y edificios llenos de sombras, rincones y secretos, esos secretos, rincones y sombras que gustaban a la productora Hammer y, cuya sola mención, trae a la memoria cientos de películas del género de terror y la imagen del octogenario Christopher Lee.
La tradición de la Hammer, sin embargo, es que realiza películas de mala calidad para la crítica pero con mucho éxito de público. Hay que reconocer que la historia no suele equivocarse.
Hillary Swank (Million Dollar Baiby) interpreta a una doctora que busca rehacer su vida amorosa y, en esa búsqueda de renovar todo lo pasado, le ofrecen un nuevo apartamento a muy bajo precio en uno de los vetustos edificios de Brooklin, cuyo plus es un casero atractivo que parece ideal para un nuevo romance.
Sir Christopher Lee entra entonces en la escena para crear la atmósfera de suspenso en la cinta dirigida en forma plana por Antti Jokinen, cuya carrera está ligada a los videoclips de Thalía, Anastacia, Celine Dion o Shania Twain y a experiencias de seriales de televisión.
El realizador finlandés recurre a los clásicos trucos del susto fácil para hacer saltar al espectador –se rompe algo, se cae algo, alguien aparece de pronto en la toma casi haciendo un ¡bu!–, en vez de mantener la tensión que a sus 89 años aún provoca la voz grave de Lee, su estatura impresionante y la mirada que parece penetrar hasta el tuétano de quien la mira. Como también las sombras y recovecos dentro del edificio y del departamento de Devereau (Swank) que a modo de loft permite mirar casi todos los espacios a la vez, con reflejos en cristales de ventanas y espejos, recurso que magistralmente uso Silvio Caiozzi en La Luna en el espejo (1990), donde Rafael Benavente encarnaba a un viejo marino postrado en cama que controlaba la vida del resto de los habitantes de la casa mediante esos reflejos.
Así, los pocos momentos de tensión real, donde el espectador es testigo de la presencia del psicópata junto a la ignorante protagonista, se vuelven reiterativos y se pierden, en estas repeticiones constantes, el momento secreto para la sorpresa, ese estirar del elástico por las fuerzas opuestas y que tiene en constante presión al que observa y que en La victima perfecta no es más que un soñoliento bu.
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