viernes, 7 de marzo de 2025

La Semilla del Fruto Sagrado - Por Carlos Correa Acuña

Cuando una comida se prepara a fuego lento suele ser más sabrosa. Esto es justo lo que sucede con este thriller del realizador iraní Mohammad Rasoulof. Sin prisa, pero sin pausa, el cineasta construye un largometraje que lentamente nos consume por dentro, igual que lo hace con sus protagonistas.

La historia nos muestra a Iman -Missagh Zareh-, un devoto funcionario del régimen de Teherán. Como honesto abogado, recibe con satisfacción y honor un ascenso como juez investigador en el Tribunal Revolucionario. Un beneficio para él y su familia, porque su nuevo estatus trae consigo un sueldo más alto y la posibilidad de vivir en un departamento más grande con su esposa y sus dos hijas adolescentes. Pero -como siempre lo hay en muchos de estos casos-, coincide con las protestas políticas a nivel nacional contra el gobierno autoritario, situación que le revela a Iman las verdaderas razones de su nombramiento: aprobar rápidamente las sentencias, incluso de muerte, sin necesariamente evaluar las mínimas pruebas necesarias.

La vida de esta familia se trastoca completamente. Si antes del nuevo cargo de Iman las reglas marcaban la pauta de manera estricta, a partir de ese momento, la situación se endurece a niveles máximos. La rutina familiar se ve sobrepasada ya que las hijas tienen la oportunidad de conocer de primera mano la situación social del momento. Ya sea por sus compañeras o por la ebullición de las redes sociales, Rezvan -Mahsa Rostami-, la mayor, y Sana -Setareh Maleki-, la menor, perciben las injusticias como propias y se rebelan ante todo tipo de autoridad. Ellas desafían las reglas y sus padres intentan aplacarlas sin resultado. Es un juego de suma cero.

La tensión social se palpa en cada momento. De hecho, la ficción de la filmación se combina con imágenes reales de las verdaderas protestas tras la muerte de la mujer kurda iraní Mahsa Amini, bajo custodia policial en Teherán, el 16 de septiembre de 2022, lo que aporta una gran cuota de verosimilitud.

Algunas luces de humanidad brotan en Najmeh -Soheila Golestani-, la abnegada madre y fiel esposa, cuando una compañera de universidad de Rezvan resulta gravemente herida en una manifestación violenta. Pero es solo eso, pequeñas luces. No es suficiente para modificar su perspectiva, porque las consecuencias familiares podrían resultar devastadoras. El régimen no perdona descuidos ni olvidos, mucho menos una flagrante violación de cualquier norma impresa, siempre implementada al amparo y en nombre de Dios.

Al conocer los detalles de la filmación y el calvario vivido por su director tras ser encarcelado, el impacto de este relato crece aún más. Y méritos tiene de sobra, pero indudablemente se ve una vez más lo que ya es marca registrada de los regímenes totalitarios: la realidad supera cualquier ficción.

La película retrata con fidelidad la tradición y el estricto cumplimiento de las normas en Irán. Es cierto, no he estado allí, pero lo que se muestra da cuenta de una vasta literatura escrita y muchos testimonios audiovisuales sobre una teocracia que no permite tregua. Al tratarse de una República Islámica, todo está regido por la religión. Los cuestionamientos emergen desde los más jóvenes, quienes, libres de prejuicios, se empoderan en comunidad para hacer frente a lo que sienten y ven con sus propios ojos. Este proceso de descubrimiento y transformación es paulatino, pero se intensifica al tener que luchar contra las evidentes injusticias.

La trama da un giro cuando desaparece la pistola entregada a Iman para su defensa personal. Desde ese momento, todo cambia. Él se transforma en una roca, aumentan los temores, el desafío crece y los enfrentamientos familiares se tornan sumamente álgidos.

Vemos un amor difícil de comprender en Najmeh, crisis y miedo constante en Iman, más el enorme desafío de Rezvan y Sana por cambiar el estado de las cosas. ¿Cómo puede llevarse todo esto en una familia? Cambian las dinámicas y el fundamentalismo parece imponerse por la fuerza. ¿Ceguera o sentido del deber? ¿Qué se puede hacer en estos casos? ¿Existe alguna salida?

“The Seed of the Sacred Fig” deja la sensación de ser tan real que aquello resulta abrumador. La tristeza infinita que transmite es proporcional a su duración extendida. El último cuarto de metraje es uno de los puntos más altos de la película, con una tensión creciente que no apura el ritmo sino que va comprimiendo a los personajes y a su entorno.

Notable trabajo de Mohammad Rasoulof, merecedor del Premio Especial del Jurado en Cannes 2024 y de la nominación al Óscar a Mejor Película Internacional representando a Alemania. ¡Imperdible!

Ficha técnica

Título original: The Seed of the Sacred Fig
Año: 2024
Duración: 168 minutos
País: Alemania
Compañías: Coproducción Alemania-Irán-Francia; Run Way Pictures, Parallel 45, arte France Cinéma, Parallel45, Filmförderung Hamburg Schleswig-Holstein, L'Aide aux Cinémas du Monde, Moin Films
Género: Drama. Intriga | Familia. Drama social
Guion: Mohammad Rasoulof
Música: Karzan Mahmood
Fotografía: Pouyan Aghababayi
Reparto: Soheila Golestani, Missagh Zareh, Mahsa Rostami, Setareh Maleki, Niousha Akhshi, Amineh Arani
Dirección: Mohammad Rasoulof

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