Si bien responde a una inquietud social/cristiana de los años 50 - por su origen en la novela de Nikos Kazantzakis, la dirección de Jules Dassin, la fotografía, y la solvencia de sus actores - se mantiene vigente hoy día como uno de los grandes filmes del siglo 20.
Por su temática, y denuncia, podríamos hermanarla con la posterior JESÚS DE MONTREAL (1989) de Denys Arcand.
Tras la Primera Guerra Mundial, los aldeanos griegos de un pueblito rural en Creta, presentan cada año un espectáculo con la Pasión de Cristo; lo hacen como inocuo desafío a sus actuales dominadores turcos.
Para ello, el terrateniente (Gert Fröbe) y el Pope ortodoxo (Fernand Ledoux), eligen de entre los campesinos a quienes representarán a los principales personajes bíblicos. Para el rol de Jesús nominan a un joven pastor tartamudo llamado Manolios (Pierre Vaneck), como Judas al carnicero Panagiotaros (Roger Hanin), y como María Magdalena a Katerina, la prostituta del pueblo (Melina Mercouri).
Pero en la víspera de la festividad, irrumpen en la aldea todos los habitantes de otro pueblo cercano - mujeres, ancianos y niños - despojados de sus hogares por turcos menos amables. Vienen guiados por su párroco, el Pope Fotis (Jean Servais), solicitando techo, tierra y comida.
Su aspecto es lamentable y su presencia es inquietante. Acogerlos implicaría ceder alimentos, techos, un terreno baldío para que se instalaran y, lo más peligroso, alterar el frágil equilibrio de convivencia logrado con las autoridades otomanas.
Se plantea un evidente dilema político y de conciencia moral. Habrá que lucubrar motivos para rechazarlos y dejar que sigan vagando por los campos a costa de sus vidas ya maltrechas.
Bastará insuflar el falso rumor de que traen cólera para justificar su expulsión y repudio.
Ante la visión de aquellos pobres desvalidos, en contraste con las comodidades del pueblo, los actores de la representación cuaresmal comienzan a reaccionar, instintivamente, en la vida real como los originales bíblicos.
Si Jesucristo volviera a tiempos como esos, ¿cuál sería su destino? La respuesta que Kazantzakis (cinco veces candidato al Premio Nobel de Literatura) dio en la novela desagradó a tal punto a la Iglesia Griega Ortodoxa que de inmediato lo excomulgó.
Había demasiadas coincidencias entre la vida de Cristo y el motivo de su crucifixión.
Reflejo patente de quienes por intereses mezquinos se amparan en organismos religiosos para condenar, o perjudicar, a quienes podrían amenazar sus míseras glorias personales.
Con la evolución espiritual de cada uno de estos personajes se podrían crear otras películas completas.
Una estocada profunda al convencionalismo protocolar de los ricos y poderosos.
“He venido a traer una espada que - por mi Nombre - separará a padre de hijos y hermanos de hermanos”. Jesús.
Visible en YouTube.
DESCARNADO TESTIMONIO DE LA HIPOCRESÍA DE QUIENES SÓLO SE DICEN CRISTIANOS. EXTRAORDINARIA.
Mención especial en Cannes (1957). Espiga de Oro Semana Internacional de Cine de Valladolid (1958). Nominada Mejor Película en Premios BAFTA (1958). Críticas eximias en Time y The New Yorker.
Ficha técnica
DESCARNADO TESTIMONIO DE LA HIPOCRESÍA DE QUIENES SÓLO SE DICEN CRISTIANOS. EXTRAORDINARIA.
Mención especial en Cannes (1957). Espiga de Oro Semana Internacional de Cine de Valladolid (1958). Nominada Mejor Película en Premios BAFTA (1958). Críticas eximias en Time y The New Yorker.
Ficha técnica
Título Original: Celui qui Doit Mourir
1957 Drama político, alegoría religiosa Francia, Italia - 2,07 hrs.
Fotografía: Jacques Natteau
Edición: Roger Dwyre, Pierre Gillette
Música: Georges Auric
Diseño Prod: Max Douy
Guion: Ben Barzman, Jules Dassin. Nikos Kazantzakis (novela), André Obey (diálogos)
Actores: Jean Servais, Pierre Vaneck, Melina Mercouri
Director: Jules Dassin
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