martes, 8 de septiembre de 2020

Caliche sangriento - Por José Blanco Jiménez

Polémica película que llevó a una reinterpretación de la Guerra del Pacífico. Ha pasado a la historia como una instancia de reflexión antibelicista. Se puede ver en youtube.com y en cinetecavirtual.uchile.cl.


El cine antibelicista nos ha entregado grandes joyas definitivamente insuperables. Me basta señalar tres títulos: Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, de Lewis Milestone, 1930), El arpa birmana (Biruma no tategoto, de Kon Ichikawa, 1956) y Horizontes de gloria (Paths of Glory, de Stanley Kubrick, 1957).

Es muy probable que Helvio Soto las haya visto, porque son clásicas, y no quiero decir que haya imitado su estilo. Simplemente, es imposible describir la inutilidad de los enfrentamientos bélicos sin tomarlas en cuenta.

La guerra que los chilenos conocemos como “del Pacífico” es rotulada en otros países como “Guerra del Salitre”. Y en medio de ella se encuentran los 17 efectivos del 5º de línea que, en marzo de 1880, caminan por el desierto con rumbo más bien errático. Tendrían que llegar a Moquegua, donde ya debería estar el victorioso general Baquedano. No se dice en la película, pero el saqueo de esa ciudad por parte de los chilenos es un baldón que nuestros libros de Historia han querido olvidar.

El que muere queda tirado en el desierto. Para combatir la sed existen instrucciones precisas: “meen en las cantimploras”, “dejen los objetos de metal al aire para que se les junte humedad”. El capitán piensa sólo en la guerra, el teniente – que es un civil con título de abogado – está convencido que son sólo intereses en juego, que no van a beneficiar a los pueblos, sino a los empresarios: la guerra la va a ganar la plata. Para el capitán, la política no vale nada; para el teniente está detrás de las cosas.

Muchos son los argumentos que se plantean: la obediencia debida, el ritual del izamiento de una bandera hecha con trapos después de tomar posesión de un pobre rancho, el salvajismo innecesario (los chilenos matan a peruanos indefensos), la tierra de nadie señoreada por un montonero.

El paisaje desértico y la violencia en el rancho me hizo recordar Los siete magníficos (The Magnificet Seven, de John Sturges, 1960), que es la adaptación de Los siete samurais (de Akira Kurosawa, 1954). También es del género western (que en esos años había reflotado por el impulso de italianos como Sergio Leone y Enzo G[irolami]. Castellari) el enfrentamiento en el pueblo abandonado, filmado en Chacabuco, que pocos años después habría de ser campo de concentración de los golpistas de 1973. Pero hay también un guiño a Vértigo (de Alfred Hitchcock, 1957) en la secuencia de la subida de la escalera hacia el campanario de la iglesia.
Todo esto no quita nada a la tenacidad y maestría de Helvio Soto. Como también resonará en las conciencias un “¡Thalassa!¡Thalassa!” como el de la Anábasis de Xenofonte a la vista del mar.

Tampoco puedo ignorar las proezas fotográficas llevadas a cabo por Silvio Caiozzi, que se sirvió sólo del sol y de paneles reflectantes, perforando incluso techos y paredes para dejar pasar la luz natural. En algunas secuencias nocturnas, se usó una linternita y la camanchaca fue en parte generada artificialmente con humo de cigarrillo puesto frente a la cámara. Pero lo más impresionante son los planos secuencia y los planos generales conseguidos con la cámara Harry 2C de la época y con un gran angular que no llegaba más allá de los 21 centímetros. De antología también el disparo a la distancia que detiene al enloquecido desertor que corre por el desierto.

A esto hay que agregar la escasez de celuloide, del que se aprovechó cada centímetro, así como Ercilla cuenta que escribió La Araucana en trozos de cuero y pedazos de cartas.

¡También así se forjó la historia del Nuevo Cine Chileno!

(Caliche sangriento. Chile, 1969)

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