viernes, 13 de diciembre de 2019

Doctor Sueño - Por José Blanco Jiménez

Es difícil… ¿Qué digo? Es “imposible” igualar la calidad cinematográfica de Stanley Kubrick. A lo más se puede citarlo y es lo que consigue Mike Flanagan, acercándose eso sí mucho más al texto y estilo de Stephen King. Además no es una película claustrofóbica, sino agorafóbica con insistentes secuencias de caminos interminables recorridos por vehículos que parece que no fueran a lugar alguno.

El espectador conoce a Danny Torrance como el niño que jugaba con su triciclo en el desierto Hotel Overloock y que se encontraba, al fondo del pasillo, con las dos gemelas asesinadas. Dotado del “resplandor”, logró escapar con vida de la furia asesina de su padre. Ahora es un huérfano (su padre murió en el albergue, su madre de cáncer por culpa del tabaco), que ha sido rescatado del alcoholismo (interpretado por Ewan McGregor) y que trata de rehacer su vida en un pequeño pueblo de New Hampshire. Lo ayuda Billy (Cliff Curtis, que le encuentra alojamiento y trabajo, insertándolo en un placentero ambiente provinciano. Además de guiar el trencito del parque, pasará a trabajar como enfermero de una clínica geriátrica de pacientes terminales. Allí se gana el título de “Dr. Sueño”, porque convence a los moribundos que todos debemos morir y que la muerte es como un sueño.

Pero, contemporáneamente, el espectador sabe de dos historias paralelas. Una es la de Abra (Kyliegh Curran), una pequeña afroamericana con desarrollado “resplandor”, que se comunica con él para ayudarlo y pedir ayuda. Otra es el grupo del Nudo Verdadero (The True Knot) que – en una EarthCruiser y una Winnebago – se traslada de un Estado a otro buscando a niños con “resplandor” para asesinarlos y alimentarse de éste, conservando así su juventud por siglos. Los capitanea la sensualísima Rose the Hat (Rebecca Ferguson) que, bajo su sombrerito de copa, acoge al Mal de manera refinada y perversa. Y el público es testigo de cómo convierte a una joven desadaptada a través de un rito inquietante.

El grupo pretende apoderarse de Braga, pero Dan se interpone con la ayuda del espíritu de Dick Hallorann (Carl Lumbly), que ya le salvó la vida por tener también el “resplandor” y que le enseña a encerrar a los fantasmas en cajas de seguridad. Después de varias peripecias y enfrentamientos que no relataré, todo termina donde todo comenzó: en el hotel ubicado en las montañas de Colorado. Allí se combinan y replican, de modo un poco postizo, episodios de la primera película con nuevas situaciones.

Stephen King no estuvo de acuerdo con la película de Kubrick en 1980 (que, por lo demás, agregó una serie de mensajes crípticos que han sido variamente interpretados) e, incluso, apreció una versión televisiva de Mick Garris (1997). Muchas personas le preguntaron por años qué había sido del pequeño Danny y se decidió a escribir un nuevo volumen que lleva como título el sobrenombre que le adjudicaron.

Mike Flanagan ya había presentado a un niño con raros poderes en Somnia: Ante de despertar(Before I Wake, 2016), interpretado por Jacob Tremblay (el mismo de La habitación / Room, de Lenny Abrahamson, 2015). Aquí se trata de una niña, pero profundiza también la capacidad de penetrar en las mentes ajenas: es la temática del “sueño dentro del sueño”, que también surge en la mente del alcohólico. Ambos íncubos han sido descritos magistralmente por Edgar Allan Poe.

Veo, eso sí, un riesgo xenófobo. Los miembros de la secta (que masacran a un muchachito sin piedad) me recuerdan a los gitanos con sus modernos carromatos. ¿Se avecina una nueva ola de odio contra los nómadas indocumentados, que – según la tradición - se robaban a los niños? King plantea su temor en la novela, pero es un texto literario y merece un análisis aparte.

(Doctor Sleep. USA, 2019)

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