viernes, 13 de octubre de 2017

Loving Vincent - Por Carlos Correa

“Loving Vincent” es una pequeña joya, una obra de arte en su esencia, composición y estética. Se trata de una película animada que tiene una particularidad asombrosa. Está compuesta por 62.450 fotogramas, instantáneas en alta resolución de igual número de pinturas al óleo realizadas por más de 100 artistas, en un trabajo desarrollado en los estudios de Danzica y Wroclaw en Polonia y que tomó en total más de cinco años de trabajo. Gracias a una colaboración polaco-británica y a la titánica tarea de los directores Dorota Kobiela y Hugh Welchman, el filme está basado en cerca de 800 cartas y 120 obras icónicas del gran pintor holandés Vincent Van Gogh.

El relato transcurre un año después de la muerte del artista. Armand Roulin, el hijo del cartero de Van Gogh, viaja a Auvers-sur-Oise con el fin de entregar una carta al hermano del pintor, Theo. Producto de este encargo, Armand va conociendo a diversos personajes que estuvieron cerca, el doctor Paul Gachet, su hija Marguerite y Louise Chevalier, entre otros, cuyos recuerdos van componiendo una trama inquietante sobre sus últimos años y los motivos que pudieron haberlo arrastrado al suicidio. En este camino, y esto es literal, cobran vida propia pinturas como "La noche estrellada", "Terraza de café por la noche", el “Dormitorio de Arlés” y la "Orilla del Oise en Auvers", cuando Roulin conversa con el barquero del pueblo. "El café de medianoche" también aparece cuando el protagonista duerme sobre una mesa al recibir el valioso encargo.

“Loving Vincent” tiene un sobresaliente nivel de producción. No obstante aquello, el guión no alcanza a ser tan profundo. La emotividad y el peso dramático de la cinta está en la reproducción y animación de esa inconfundible realidad post-impresionista del genio y que gracias a la superposición de imágenes -al menos 12 óleos por cada segundo de composición- crea un ambiente y un ritmo mágico y encantador. El colorido es envolvente. Su contrapunto está dado por imágenes en blanco y negro que dan cuenta del pasado, recurso también utilizado como una forma de equilibrar una exposición profusa e intensa a los largos trazos pintados.

Con mucho de pedagogía, bastante de historia y una tendencia marcada hacia una devenida investigación policial -al protagonista no le calzan muchos de los hechos y situaciones previas al suicidio- el metraje fluye a pesar de ciertos tropiezos accidentales en su último tercio. Nada grave, por cierto, ya que no es sencillo combinar una producción monumental, con una filmación base con actores reales, para luego construir, con un trabajo detallista, fino y pulcro, una pieza original que vemos en sus 90 minutos de duración.

Con esta película se presenta una oportunidad única para conocer más a Vincent Van Gogh, para homenajearlo y admirarlo. ¡Qué similitud tiene con otros genios, pienso en Beethoven por ejemplo! ¡Cuánto rechazo y qué difícil les resultaba vivir! Parece ser que las mayores inspiraciones provienen de mundos oscuros, dificultosos y ambientes terribles y desgarradores. El arte se sobrepone a aquello, eleva el alma y permite liberar el espíritu. Hay una conexión indescriptible entre la profunda y precaria humanidad del artista y su extrema genialidad, que es misteriosa y cautivante. Hacer arte sobre arte es un tremendo desafío y esta película lo consigue de manera similar a lo que su título propone, es decir, “Loving Vincent.”

Ficha técnica

Título original: Loving Vincent
Año: 2017
Duración: 90 minutos
País: Reino Unido
Género: Animación. Drama | Pintura. Biográfico
Productora: BreakThru Films
Guión: Jacek Dehnel, Dorota Kobiela, Hugh Welchman
Música: Clint Mansell
Fotografía: Tristan Oliver, Lukasz Zal
Reparto: Animation, Helen McCrory, Saoirse Ronan, Aidan Turner, Eleanor Tomlinson, Chris O'Dowd, Douglas Booth, Jerome Flynn, John Sessions, Holly Earl, Robert Gulaczyk, James Greene, Bill Thomas, Martin Herdman, Josh Burdett, Richard Banks, Shaun Newnham
Directores: Dorota Kobiela, Hugh Welchman

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