miércoles, 8 de julio de 2015

Ruth y Alex - Por José Astorga

El cine, en su historia, ha estado cubierto de tabúes, creencias y supersticiones. Su identidad, sin embargo, ha prevalecido sobre ideas y restricciones, logrando abrirse camino como lo que es, una formar de arte y medio de comunicación con un discurso propio sobre distintos temas, algunos de los cuales, dependiendo de las épocas, hieren susceptibilidades y valores, de personas, pueblos y agrupaciones.

Uno de esos tantos tabúes, fueron el beso y las relaciones interraciales. Prohibidos por el código de producción de Hollywood en 1934, lograron abrirse paso de la mano de Stanley Kubrick, en su filme El beso del asesino –Killer's Kiss, 1955–, donde la pareja encarnada por Irene Kane –blanca– y Frank Silvera –negro nacido en Jamaica, pero "de piel muy clara", según BBC Mundo–, mantenían una ambigua relación de pareja y un acalorado beso en pantalla.

Pese a lo anterior, recién en 1968, de la mano de la serie Star Trek –Viaje a las estrellas– y el beso en TV de Williams Shatner –el capitán Kirk– y Nichelle Nichols –la teniente Uhura–, parecen abrirse las puertas de la mentalidad norteamericana, pues, supuestamente, más tarde un fanático racista habría sucumbido a este beso y comentado: "Me opongo totalmente a la mezcla de razas. Sin embargo, en cualquier momento que un muchacho americano con sangre en las venas como el capitán Kirk consigue a una dama hermosa en sus brazos que se parezca a Uhura, no debería dejarla ir".

Ruth y Álex nos traen una historia de amor interracial de 40 años ya.

Una vida que llevan juntos en un barrio alternativo, el East Village de Nueva York. Hogar en algún momento de Andy Warhol, Bob Dylan, Charlie Parker, Jack Kerouac, Jimi Hendrix y muchos otros. Un barrio indie, al igual que la película. Ese cine independiente norteamericano –John Cassavetes, Sidney Lumet, John Frankenheimer, Robert Altam, Quentin Tarantino, Clint Eastwood, Martin Scorsese, Woody Allen...– que nos muestra historias simples, cotidianas, de drogas, homosexualidad; el falso sueño americano, la decadencia de la familia... Pero, en este caso, es todo lo contrario: el valor de la familia.

La historia, soportada magistralmente por las actuaciones y química de Diane Keaton y Morgan Freeman –sobre un guion muy simple de Charlie Peters: el cambio de departamento de la pareja porque el edificio no tiene ascensor y deben bajar y subir cinco pisos y la edad no les acompaña–, nos adentra en su matrimonio construido en cuatro décadas de amor genuino; amor que va siendo reconstruido y relatado mediante flashbacks de los momentos cruciales que nos hablan de ese amor que es capaz de renunciar –transar– pequeñas cosas con el fin de que la vida de pareja resulte y resulte bien. El apoyo constante de ambos, en las buenas y en las malas, para no sólo ir formando hogar, sino también una vida hasta que la muerte los separe. Porque hogar, como bien lo atestigua el discurso cinematográfico de Locraine, se construye entre dos y es capaz, en este caso, de oponerse a la habladora Lily, sobrina de Ruth, encarnada meritoriamente por Cynthia Nixon –Sex and the City–, corredora de propiedades y que intenta a toda costa vender el departamento de su tía para adjudicarse la comisión.

En suma, película de postal neoyorkina, sin antagonista que se oponga férreamente a los protagonistas y que relata una historia de amor llena de ternura y momentos de vida.

Ficha técnica

Titulo Original: 5 Flights Up
Duración: 92 minutos
Calificación: TE
Género: Drama - Comedia
Año: 2014
País: Estados Unidos
Elenco: Morgan Freeman, Diane Keaton, Michael Cristofer, Cynthia Nixon, Claire van der Boom, Korey Jackson, Carrie Preston, Sterling Jerins, Josh Pais, Miriam Shor
Director: Richard Loncraine

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