domingo, 15 de noviembre de 2020

El agente topo - Por José Blanco Jiménez

Otra película geriátrica de Maite Alberdi, que mezcla el documental con las adecuadas gotas de comedia. Permite infiltrarse en un Hogar de Ancianos, lo que traerá más de alguna enseñanza. Se puede ver en la plataforma Cinemark. 


He dicho (y escrito) incontables veces que una película puede ganar todos los festivales y todos los premios del mundo, pero – a final de cuentas – lo que vale es el veredicto del público que, además, es el que financia los resultados pagando su entrada.

El agente topo ha obtenido muchos galardones, pero – en lo personal – debo admitir que es una muy buena película. Y no sólo por su relato nítido y bien llevado, sino también porque introduce la difícil técnica de “cine dentro del cine”, sirviéndose también – como hacía Pier Paolo Pasolini – de actrices y actores no profesionales, que se interpretan a sí mismos.

El título puede inducir a error. El topo se llamó en Chile una película de espionaje, cuyo verdadero título era Tinker Tailor Soldier Spy, que fue dirigida por Thomas Alfredson, presentada en el Festival de Venezia en 2011 y que cuenta con un reparto excepcional. Tampoco era mayor novedad puesto que se trasmitió como miniserie televisiva en siete capítulos, dirigida por John Irvin, en 1979. Su protagonista era George Smiley, personaje creado por John Le Carré e interpretado en varias películas por actores de la talla de James Mason, Alec Guinness y Gary Oldman. A mayor abundamiento, no hay que olvidar que una de las primeras películas de Alejandro Jodorowsky fue El topo, en 1970. Y, para los fanáticos del cómic, “The Mole” fue un villano de Dick Tracy, en 1941, que estuvo en la radio y la televisión norteamericanas en los años ’50, reapareciendo ya redimido mucho tiempo después.

Como siempre, me interesa juzgar (es lo que significa “crítica” etimológicamente) la obra ya hecha. No sé si fue la intención de Maite Alberdi llevar a cabo todos estos homenajes, pero me interesa dejar en claro que logra algunos objetivos implícitos o explícitos. Así como los tenía cuando compuso otra de sus obras geriátricas: La once (2014).

El principal es el del “infiltrado”, que debe averiguar si en una “casa de reposo” se cometen abusos contra los adultos mayores, que han sido allí abandonados (ése es el verbo) por sus parientes. ¿Qué mejor que un hombre viudo, de entre 80 y 90 años, al que hay que enseñarle cómo se opera un celular? La misma sonrisa de la directora y de su equipo, mientras lo filman, transparentan lo tragicómico de la situación preliminar a lo que será la permanencia del “espía” en el Hogar San Francisco de El Monte.

Y luego la cámara lo seguirá en su caballeroso contacto sobre todo con las 40 damas residentes: hay otros tres varones, pero es como si no existieran. Los habitantes del Hogar no se extrañan con la presencia de las máquinas cinematográficas, porque las tomas empezaron mucho antes para acostumbrarlos.

Se podría tener el temor de estar ante un nuevo Atrapado sin salida (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, de Milos Forman, 1975), pero – con el riesgo de ser un spoiler – les digo que no.

El enclaustramiento se siente en el tiempo que transcurre y que se certifica por las hojas del calendario o las presuntas llamadas telefónicas. ¡Es precisamente como ocurre con la cuarentena impuesta por la pandemia! El otro elemento caracterizante es la vida que se apaga de manera irreversible, lo que me recordó al personaje de Paolo Villaggio en La voce della luna, de Federico Fellini (1990). Éste no quiere juntarse con los de la cuarta edad, porque le van a contagiar la enfermedad que tienen: la vejez.

Me da la impresión que la joven directora chilena no pretende dictar cátedra, pero – al igual que en sus anteriores producciones – entrega señales acerca de la exclusión. La joven que encargó al trabajo para saber acerca de su madre no ha ido a verla en los tres meses que duró el “espionaje”. En el lugar, no hay maltrato ni falta de atención, no hay baños sucios ni se salta la comida o los remedios. Lo más grave es la soledad, que hace perder la memoria y el interés por seguir viviendo.

Reitero: ¡Muy buena! Me atrevo a decir, como en otros tiempos: “aprobada con carácter educativo”.

(El agente topo. Chile/USA/Alemania/Países Bajos/España).

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