viernes, 27 de noviembre de 2020

El abrazo de la serpiente - Por José Blanco Jiménez

Dos estudiosos, en dos momentos diferentes (1909 y 1940) se internan en la selva amazónica guiados por el mismo chamán. Ambos buscan la yakruna y ambos son testigos del mal que aportan los que “exploran” el ecosistema, como asimismo el valor de los sueños. 


Lo primero que llama la atención de la película es que fue filmada en blanco y negro. El cineasta Ciro Guerra ha dado la siguiente explicación: “Siempre tuvimos en claro que debía ser en blanco y negro, pues es imposible representar el color de la selva con fidelidad en el cine. Es imposible mostrar lo que tales tonos significan para los habitantes de ahí, que pueden tener 50 palabras para el color verde. Con el blanco y negro, en cambio, cada espectador puede formarse en su mente su propia película”.

Para ser sincero, no me convence y – en vez de buscar justificaciones al estilo de Ingmar Bergman o Woody Allen – yo creo que es una elección estética, trata de presentar el filme como una filmación antigua, anterior al uso del color.

La trama está basada en los diarios del alemán Theodor Koch-Grünberg (Theo von Martius, en la cinta) y el estadounidense Richard Evans Schultes. Ambos buscaban la yakruna, una planta con propiedades medicinales, y ambos en la película son guiados por Karamakate, un chamán, que es el último sobreviviente de su tribu. Se considera un chullachaqui, esto es un cascarón humano sin vida interna. Sin embargo, a pesar de su renuencia inicial, acepta acompañarlos y se expresa también a través de dibujos que reproducen sus sueños.

Y es ese mundo onírico el que permite la trascendencia, mientras que la selva es invadida por los depredadores del caucho. Los niños sobrevivientes son albergados en una misión, que cuenta con un solo monje capuchino. Y éste, además, impone la ley católica de la “disciplina” a través de latigazos. Lo pagará caro y, casi 30 años después, no habrá mayor progreso puesto que los colombianos son los depredadores que arrasan con todo. A ello se suma un portugués demente, que se cree Jesucristo y promueve orgías.

Los alucinógenos amazónicos están de moda. Incluso en una pésima película, protagonizada por Ben Stiller y Naomi Watts (While We’re Young - Mientras seamos jóvenes, de Noah Baumbach, 2015) se burlan de la ayahuasca (con vómitos incluidos), cuyo consumo se ha transformado en un juego de salón. En Chile, conocemos la trágica experiencia de una secta en Colliguay, que quemó viva a una guagüita.

La película, en cambio, tiene mucho de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad (ya inmortalizado por el Apocalypsis Now de Francis Ford Coppola). La búsqueda de la planta se transforma en una justificación de la existencia misma y el chamán asumirá que no todos pueden compartir lo que no comprenden.

Un dato importante es el plurilingüismo de la cinta, ya que en ésta se habla en castellano, alemán, portugués, latín, catalán, cubeo, wanano, tikuna y uitoto.

Hermosa metáfora de la verdadera Torre de Babel que encierra el Amazonas y que pone en evidencia que, si nuestros sueños pueden ser comunes, para darlos a conocer tenemos que usar algún tipo de lenguaje, o gráfico o articulado.

(El abrazo de la serpiente. Colombia/Venezuela/Argentina, 2015)

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