miércoles, 14 de octubre de 2020

The Children Act - Por Carlos Correa

Disponible en Amazon Prime.
 

Esta película merece atención. Basada en la novela de Ian McEwan y adaptada al cine por el mismo autor, presenta la historia de Fiona Maye -Emma Thompson-, jueza de la División de Familia del Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra y Gales. Fiona debe tomar decisiones importantes en el Tribunal, la mayoría de las veces referidas a casos complejos, donde la ética y la moral se vinculan con fuerza a los hechos que se presentan a juicio. En su vida personal, Fiona vive con su marido, el académico Jack Maye -Stanley Tucci-, con quien lleva casada más de 20 años, pero el matrimonio está en crisis; Jack reclama atención, ella no tiene tiempo para él.

A la corte de la jueza Maye llega un caso muy particular. Un joven de 17 años, Adam Henry -Fionn Whitehead-, padece leucemia. El hospital donde es atendido debe realizar una transfusión de sangre para poder efectuar el tratamiento completo. El joven y sus padres se niegan, son Testigos de Jehová y no lo aceptan porque va en contra de sus principios bíblicos. Ante esta disyuntiva, la jueza decide visitar a Adam en el hospital para conocer directamente su versión y así tomar una decisión.

Esta cinta está basada en valores. Lo que está en juego es precisamente un conflicto valórico de la mayor trascendencia. Por un lado la posición de la familia. Su libertad implica decidir si aceptan o rechazan el tratamiento. Es bastante claro que ese principio es fundamental, salvo el hecho que el joven es aun menor de edad, todavía no cumple 18 años, por lo que está a cargo de sus padres y legalmente no tiene la posibilidad de ser autónomo en su decisión. Aquello complica las cosas porque desde la otra parte tenemos la impugnación del hospital y del equipo médico para hacer todo lo posible por salvar su vida. Se sabe que sin el tratamiento, sin la transfusión, lo que viene es la muerte.

Este choque de valores, la libertad por una parte y la defensa de la vida por la otra, es tremendo. Mientras escuchamos los alegatos, es fácil coincidir con ambas partes. Los argumentos son de peso y ambos tienen razones fundadas y atendibles desde muchos puntos de vista. ¿Cómo se decide lo que es justo? ¿Cómo se puede aplicar justicia cuando se reclaman dos posiciones que tienen valor y verdad en sí mismas? Difícil tarea para un Tribunal y más aun para la persona que debe tomar la decisión. Es un dilema ético, valórico, social y humano de envergadura mayor.

Por cierto que en este conflicto tenemos la presencia de otros valores. Se trata del sentido de la vida, el vacío existencial cuando se está frente a una enfermedad grave. También cómo las enseñanzas religiosas influyen en la visión de una condición y las consecuencias que acarrea su tratamiento. Hay temor. Los padres saben que si autorizan la transfusión serán rechazados por su comunidad. Es crudo, no parece haber opción posible. Adam está convencido también. Prefiere morir y aceptar las consecuencias de la decisión de sus padres pues también la ha hecho propia.

Observamos una búsqueda de sentido, una ilusión y un sueño detrás del rechazo al tratamiento, pero también una contradicción, que no es evidente, pero que está presente en este joven de 17 años. Una decisión autónoma depende de la edad, y en este caso, él no tiene esa posibilidad. Otros deben decidir por él.

La película cuenta con actuaciones muy precisas. Emma Thompson interpreta su papel con seguridad y convicción, Stanley Tucci, si bien tiene un rol de soporte, entrega un plano personal importante y decisivo, mientras que Fionn Whitehead construye su personaje con una delicada complejidad, sin exagerar y dejando mucho espacio para que sus sentimientos fluyan adecuadamente.

El sentido de la cinta es apreciable desde varios ángulos. Junto al dilema valórico principal, se presentan otros que también tienen trascendencia moral. Es el caso de la crisis matrimonial de Fiona y Jack. Este conflicto, aparentemente menor en relación al primero, es relevante porque cruza transversalmente el relato. El arte se hace presente también, como una forma de conexión íntima con el ser, como un valor sustancial. Fiona toca el piano y también en ocasiones canta. En dúo con la voz lírica de otro abogado, su emoción artística es mayor que su expresión emocional como jueza, dejando traslucir conflictos interiores que no han sido resueltos y un nivel de contradicción imposible de ocultar. Cerca del final, una música paralela y superpuesta expresa inmejorablemente los sentimientos encontrados que conflictúan a la protagonista. Es de los momentos mejor logrados, porque la música entrega sentido y marca el camino hacia la resolución de la historia.

“The Children Act” tiene también mucho de arte, poesía y música. Podemos verla como una lección y una enseñanza. El conflicto de valores, si bien se inclina por un camino, no se resuelve porque es algo imposible de zanjar, menos en una sentencia judicial. “Mi elección”, “libre”, palabras en boca de Adam, cobran sentido en una conclusión que nos dejará con más dudas que certezas. Un plano abierto, que lentamente cobra altura y se aleja, cierra un trabajo que abre paso a una profunda reflexión.

Ficha técnica


Título original: The Children Act
Año: 2017
Duración: 105 minutos
País: Reino Unido
Productora: BBC Films, Filmnation Entertainment, Toledo Productions
Género: Drama | Drama judicial. Enfermedad
Guion: Ian McEwan (Novela: Ian McEwan)
Música: Stephen Warbeck
Fotografía: Andrew Dunn
Reparto: Emma Thompson, Stanley Tucci, Fionn Whitehead, Jason Watkins, Ben Chaplin, Rupert Vansittart, Anthony Calf, Rosie Cavaliero, Andrew Havill, Nicholas Jones, Dominic Carter, Micah Balfour, Nikki Amuka-Bird, Des McAleer, Eileen Walsh, Alex Felton, Honey Holmes, Chris Wilson, Daniel Eghan, Flor Ferraco, Ty Hurley
Dirección: Richard Eyre

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