viernes, 2 de octubre de 2020

Santiago, Italia - Por José Blanco Jiménez

El premiado Nanni Moretti expone, en un documental, la desazón de las víctimas del 11 de septiembre de 1973 en Chile y la solidaridad manifestada por buena parte del pueblo italiano, que sintió ese Golpe de Estado como propio, dando todo su apoyo a los refugiados y exiliados. Y le interesa dejar en claro que eran otros tiempos. 


Mi labor de crítico no es tratar de imponer lo que el director debió haber dicho, sino juzgar (eso significa “criticar”) lo que dijo y cómo lo dijo. Por ello, me limito sólo a escribir acerca de cuánto vi y oí en este documental, producido en 2018.

Nanni Moretti se ha hecho notar con premiadas obras de corte intimista y de ámbito autobiográfico como Caro diario (1993) y La habitación del hijo (La stanza del figlio, 2001), pero también ha sido suficientemente mordaz con sátiras políticas como El caimán (Il caimano, 2006) acerca de Berlusconi y Habemus papam (2011) sobre un Papa que no quiere asumir como tal.

En este caso, prefiere la mímesis a la diégesis, porque reproduce hechos sociales documentados. Pero, además, desarrolla su película a través del recurso homodiegético del narrador testigo y obtiene un adecuado testimonio coral: son los personajes los que construyen la historia. Sólo ante el condenado por asesino y torturador, afirma: “Io non sono imparziale!

No busca un panfleto político, sino dar voz a esa gente común que perdió un gobierno que creían el Paraíso y que lo reencontraron en territorio italiano: primero salvando la vida en el recinto diplomático y después llegando a Europa, donde fueron bien recibidos.

Después de un breve resumen de los poco menos mil días de Allende (presentado por válidos interlocutores como Carmen Castillo, Patricio Guzmán y Miguel Littin), se concentra en el calvario de simples seres humanos preocupados de sobrevivir a la prisión, a la tortura y a la delación impuestas por la Dictadura.

¿En qué podían perjudicar a la Junta artesanos y obreros sin poder alguno? Los que habían lanzado la piedra ya habían escapado de Chile en vista de lo que les esperaba, después de haber sembrado tanto odio. En realidad, fuera de algunos oportunistas que aprovecharon la contingencia para irse del país, los centenares que buscaban refugio dentro de la Embajada de Italia tenían miedo, porque fue la política impuesta por los golpistas para controlar a la ex ciudadanía. Y eso también tranquilizaba al “biempensante”, que veía “comunistas” por todas partes.

En un momento, un ateo se quiebra al recordar al cardenal Silva Henríquez y el mismo Moretti reconoce que, en su película, sólo dos personas hacen una buena figura humana: un obispo y una religiosa. Son los pequeños detalles de convivencia los que dan sentido a la solidaridad que se produjo en esos momentos.

Yo estaba estudiando en Italia ese año y parecía que el Golpe hubiera sido allá mismo: el Fascismo y la Guerra se sentían aún, porque habían pasado sólo tres décadas y el “milagro italiano” no había logrado sanar las cicatrices. También hubo nostálgicos que apoyaron “el pronunciamiento”. Fue, sin duda, un apoyo por razones políticas, pero existió. Eran otros tiempos y Moretti lo hace sentir con su constante crítica al individualismo y la xenofobia imperantes en su país actual.

Y como conclusión a este ítalo-chileno “amarcord”, coloca un final felliniano con una bandita que toca sobre una escalinata. Bravo, Nanni! 

Disponible en https://redsalas.cl

(Santiago, Italia. Italia/Francia, 2018).

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