sábado, 26 de septiembre de 2020

Mommy - Por José Blanco Jiménez

Precedida por un cúmulo de premios internacionales, cabe preguntarse por qué se exhibe con tanto atraso y directamente online (en otros tiempos pasaban al videograma de inmediato). Creo que la explicación es la temática. La película es excelente, pero la temática deja un sabor amargo. Disponible en centroartealameda.tv. 

El título podría hacer pensar en una película de terror o en un drama sensiblero. Y de veras esta obra maestra de la cinematografía tiene un poco de cada género, porque representa la vida misma con todas sus frustraciones y metas incumplidas. Invito a reflexionar en el diálogo final de la protagonista, cuando trata de convencerse a sí misma que “en el mundo no hay esperanza”.

Diane (Anne Dorval) tiene 46 años, es viuda y tiene un hijo, que debe retirar de una institución de “rehabilitación” porque éste dio inicio a un incendio. El preadolescente se llama Steve (Antoine Olivier Pilon) y padece de TDHA (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) que lo hace ser violento y descontrolado, debido a su baja autoestima, la ansiedad permanente y su actitud oposicionista desafiante. La madre podría entregarlo (sin eufemismos) a un manicomio, haciendo uso de la nueva Ley S-14, pero se niega y prefiere tenerlo en su casa.

No es nada fácil para una mujer que se acostumbró a vivir sola, que se sabe atractiva (usa unos ajustados jeans), pero que es incapaz de ordenar su vida. No tiene estudios, no tiene trabajo estable y no ha querido comprometerse sentimentalmente. La síntesis de todo esto se manifiesta cuando se le rompe la bolsa de las compras en el medio de la calle y no atina a nada hasta que viene a socorrerla un vecino que la corteja.

Como ocurre en cualquiera nueva convivencia, el período de adaptación entre madre e hijo resulta arduo. Y allí aparece Kyla (Suzanne Clément), una profesora en año sabático, que es una nueva arrendataria y que se encuentra allí con su hija y su marido, mientras él desarrolla un trabajo. También padece de una disfunción: es tartamuda, pero – notablemente – esa discapacidad más su actitud remisiva va a servir para acercarla al muchacho, generando un triángulo que sorprende, incluso con algunos matices eróticos que combinan lo maternal con el despertar del sexo. De “personaje observador” pasa a asumir el rol de emotividad sometida.

El heterodoxo triángulo vive aparentemente feliz (véase la secuencia con la patineta y las bicicletas), pero esa felicidad es tan imaginaria como el sueño que Diane tiene acerca de la graduación y el matrimonio de su hijo, es decir del cumplimiento de ciertas metas de “normalidad”, que le dan más tranquilidad que felicidad. Baste un gesto: cuando Steve pone la mano sobre la boca de su madre y besa el dorso impidiendo que sus labios se unan. Se aman a su manera, porque en una relación así “el amor no tiene nada que ver”.

Es necesario aclarar que, para expresar el solipsismo y la incomunicación, el canadiense Xavier Dolan se sirve de un elemento técnico poco común: la relación de aspecto (aspect radio), esto es la relación entre el alto y el ancho del fotograma. Lo más común es 1,33:1 y 1,77:1 (4.3 y 16:9 en televisión, respectivamente), pero - debido a la incorporación de la banda sonora – se modificó a 1,37:1 (llamada “académica”). Pero los estudios buscaron otras soluciones: Vistavision (1,88:1), Cinemascope (2,55:1), Cinerama (2,59:1) y 70 mm (2,76:1). Esta última es utilizada aún por directores como Christopher Nolan y Quentin Tarantino.

En cambio, para Mommy, con cámara al hombro, escoge el 1:1, lo que quiere decir que es como las antiguas fotos de 6x6 y que hay espacio para una sola persona en cada fotograma. Es como si los protagonistas estuvieran individualmente dentro de una jaula y no debe sorprender que muchas escenas sean vistas desde una ventana, como si la existencia fuera un espectáculo que se vive desde afuera. En ese marco restringido, la libertad y la serenidad, resultan inalcanzables. Y de ahí la atmósfera angustiante, acrecentada por las excelentes de las actuaciones.

Un solo ejemplo. La secuencia del karakoe con la canción Vivo per lei de Andrea Bocelli es, definitivamente, desesperante. El director logra traspasar el conflicto del joven al espectador de tal manera que se identifica con el estallido inminente y con lo que va a ocurrir después. ¿Spoiler? ¡Véala primero y opine después!

(Mommy. Canadá, 2014)

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