lunes, 10 de febrero de 2020

Parásitos - Por José Blanco

La lucha de clases ya no existe como una contraposición entre los que tienen los medios de producción y los que no tienen los medios de producción. En el mundo neoliberal, la lucha es entre los que tienen y los que no tienen. Al fin y al cabo, los que no tienen pasan a ser parásitos de los que tienen, porque éstos – a su vez – son parásitos de la sociedad.

La acción de esta película, con rostros asiáticos y escenografía occidental, podría transcurrir perfectamente en Chile, donde la riqueza está igualmente mal distribuida.

Ki-woo vive en un sótano con sus padres Ki-taek y Chung-sook, además de su hermana Ki-jung. La sociedad neoliberal los ha reducido de microempresarios a indigentes y – como no tienen espíritu de delincuentes – deben encontrar alguna forma para subsistir.

La oportunidad se presenta cuando el joven puede hacer clases de inglés a una jovencita en pleno despertar sexual y se da cuenta que, por un medio u otro, puede incorporar a toda su familia para entrar al servicio de un hogar tiene como “jefa” a una joven ingenua, que tiene también un hijo con inquietudes artísticas y traumas fantasmagóricos. En realidad, todo es manejado por una ama de llaves y un chofer: o sea el esquema británico de los superiores mimados por sus inferiores.

No debo contar la película, porque hay que verla. Me basta con decir que, después en un comienzo bastante lento, el relato se acelera dejando a la vista situaciones inesperadas y desesperadas, que llevarán al espectador a pensar acerca de la nueva estructura de la sociedad. Como ya la solidaridad no existe, en este mundo tecnologizado, los unos dependen de los otros en un peligroso equilibrio que puede estallar de un momento a otro.

En cuanto a cine es impecable, sobre todo la fotografía dentro de la mansión, con una escalera que representa el tránsito entre los dos mundos y un ventanal sobre un prado impecable en el que el hijo pequeño puede instalar su carpa de piel roja. Porque mientras la familia de Ki-woo, que solo tiene un tragaluz que da a un callejón donde un borracho viene a orinar, sufre la inundación de las aguas servidas, la familia acomodada puede disfrutar de la belleza de la lluvia.

Una serie de contrastes que recuerdan la realidad de los que viven en función de las necesidades superfluas de los que ni siquiera se percatan de las primeras necesidades de los que los rodea. Y en ello no hay ninguna maldad, pero sí un riesgo.

Bong Joon Ho ha logrado realizar una comedia negra de sabor amargo y con una realidad que, en este momento, es universal.

(Parasite. Corea del Sur, 2019)

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