martes, 18 de febrero de 2020

Ciudad maldita - Por José Blanco Jiménez

Un título en común para tres cortometrajes que, más que temáticas de horror, tocan situaciones inquietantes. A pesar de que se trata de temáticas muy diferentes, creo haber encontrado un denominador común que justifique su antologización: la gran urbe al estilo occidental deshumaniza.

Una ciudad pletórica de avisos luminosos, tráfico automovilístico y negocios repletos de clientes esconde – como en Parasite (de Bong Joon-ho) - callejones sombríos con viviendas modestas. En una de éstas se ha producido una posesión demoníaca - como la que se presentó en Los rostros del diablo (Byeonshin / Metamorphosis, de Hong-seon Kim, 2019) – y deben practicar un exorcismo un sacerdote católico y un diácono, que es el doceavo del título en castellano.

Tengo entendido que ya existe una versión extensa de esta película y debería ser estrenada a futuro. La dirige Jang Jae-Hyun y es convincente sobre todo en lo que a la acción del demonio se refiere, puesto que éste actúa incrementando los miedos de los exorcistas. Y ésa es la principal razón por qué tantos diáconos han fracasado.

El segundo relato apunta hacia una afición nacida y desarrollada en Occidente: los videojuegos. Lo dirige Cho Seung-Yeon y se intitula Títere. Se centra en los recuerdos de un niño, que vivía en función de ellos y que podía jugar sin dinero, porque le ayudaba un amigo que, por medio de la telequinesis, hacía funcionar las máquinas. Su padre era muy agresivo y le temía. Hasta que un grupo de asesinos vino a buscarlo.

El tercero y último se refiere al bullying escolar, que un grupo de desalmados practican por diversión contra un pobre muchacho huérfano, que fue parido durante las celebraciones del Nuevo Milenio (occidental) en plena calle. Es un M.Boy (como dice el título del director Kim Hyo-Jeong. Vive solo y lo acompaña una mantis religiosa, insecto singular, que – según los entomólogos – mira en vez de ver y la hembra se nutre del macho después del acoplamiento. Así como espera inmóvil y se mimetiza con el entorno, ataca de sorpresa y de forma veloz. El único consuelo del joven es una compañera de curso de la que también se burlan los agresores. Sam Peckinpah propuso alguna vez Perros de paja (Strawdogs, 1971), justificando la Guerra de Vietnam. Aquí la naturaleza se defiende, mientras la violencia se difunde por celular.

(El Doceavo Diácono / Geomeun Sajedeul / The Priests, Corea del Sur, 2015)

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