sábado, 4 de enero de 2020

El caso de Richard Jewell - Por José Blanco Jiménez

¿Quién fue Richard Jewell? Existió verdaderamente y Clint Eastwood lo hace protagonista de un filme excelente en el que se puede apreciar cómo un hombre puede pasar de héroe a peligroso terrorista sólo por la decisión de una periodista ambiciosa y de un policía ineficiente.

Durante las Olimpiadas de Atlanta de 1996, Jewell trabajaba como guardia de seguridad y descubrió un bolso misterioso, denunciando el hecho. Un especialista identificó tres bombas, que explotaron dejando sólo dos muertos y 111 personas heridas, gracias a la pronta acción del cándido y tímido vigilante, enfermo de diabetes y con sobrepeso.

Un agente de FBI (Jon Hamm), responsable de no haber actuado preventivamente, decidió acusarlo como terrorista y pasó de héroe a sospechoso. Después – por lo menos así lo plantea la película – a cambio de sexo entregó información a la periodista Kathy Scruggs (Olivia Wilde), que logró transformar la falsa sospecha en noticia.

Es destacable la actuación de Paul Walter Hauser, que se parece al rechoncho y bonachón protagonista y que por tres meses enfrenta un calvario en el que los medios de comunicación son implacables y los miembros del FBI decididamente repulsivos. Por ejemplo, quieren obligarlo a firmar su presunta responsabilidad y grabar su voz para inculparlo. Pero él, en su ingenua pretensión de ser un policía, defiende sus derechos como el defendería los de un inculpado.

La película me recordó El hombre de Kiev (The Fixer, de John Frankenheimer, 1968), basado en la novela de Bernard Malamud, en la que un albañil judío es acusado del asesinato de un niño cristiano y de estar participando en un complot contra el Zar. Los hechos, que también ocurrieron realmente, transcurren en 1913 y su tratamiento es oprimente. Allí se ve que hasta la acción más inocente o el hecho de poseer un libro bastan para inculpar a un individuo, que no tiene siquiera derecho a ser defendido por un abogado, porque matan al que quiere hacerlo.

En este caso, no estamos ante un régimen autoritario, pero sí ante el imperio de la manipulación y los riesgos de una persona que no cuenta con el apoyo de personajes importantes. A Jewell - que murió a los 44 años – lo sustentan su madre (una excelente Kathy Bates), que sufre desagradables vejámenes, y un pequeño abogado de provincia (Sam Rockwell, Premio Oscar por Three Billboards Outside Ebbing, Missouri / 3 anuncios para un crimen, 2017), que lo conocía cuando era un mensajero que frecuentaba en su oficina.

Basado en el artículo The Ballad of Richard Jewell, escrito por Marie Brenner para “Vanity Fair”, Clint Eastwood desarrolla –una vez más – la temática del héroe y del villano, cuya acción y buenos propósitos pueden ser mal interpretados, manipulados y aniquilados por la ambición y la maldad ajena.

Desde el punto de vista biográfico, esta película se une a otras excelentes reconstrucciones de personajes controvertidos, como Charlie Parker (Bird, 1988), Hoover el director del FBI (J. Edgar, 2011), y el piloto Chelsey Sulleberger, que logró posarse en el río Hudson (Sully, 2016)

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