jueves, 26 de diciembre de 2019

Star Wars: El ascenso de Skywalker - Por José Blanco Jiménez

Es difícil mantener la promesa de no ser un spoiler. Sobre todo si no se puede explicar en qué consiste “el ascenso de Skywalker” y de por qué se cierra un ciclo iniciado hace cuarenta y dos años.

Desde que se inició la saga, han pasado tres generaciones de espectadores y el merchandising ha permitido que los personajes sean vastamente conocidos. Al punto de que, para los estrenos, muchos se presentan disfrazados incluso de protagonistas desaparecidos en la segunda trilogía (que es la primera que se conoció).

En este último capítulo, la Resistencia resiste y es un grupo de “marginales” el que sigue luchando contra el Imperio ultrapotente: Rey (Daisy Ridley), una chatarrera abandonada por sus padres en un planeta desierto por la que la Fuerza escurre de manera poderosa, Finn (John Boyega), un desertor de los Stormtrooper, y Poe Dameron (Oscar Isaac), un piloto con un obscuro pasado de traficante de especias.

El Primer Orden no pudo exterminarlos, porque Luke Skywalker (Mark Hamil) se sacrificó atrayendo hacia sí el fuego adversario y desafiando a duelo a Kylo Ren (Adam Driver), asesino de su padre Han Solo (Harrison Ford) y decidido a ser el gobernante supremo de la galaxia reemplazando al mismísimo Emperador.

Hay varios secretos que no puedo revelar (incluyendo el título de esta novena entrega) y, por lo tanto, me detengo aquí. Me reservo, eso sí, una reflexión acerca del subyacente mensaje político que ha estado presente en las cuatro décadas de esta saga.

George Lucas quería dirigir Apocalypse Now, que después estuvo a cargo de Francis Ford Coppola. Se trata de la película más crítica y real acerca de la Guerra de Vietnam, con todos sus dilemas morales y decidió utilizar parte de sus ideas para insertarlas en Star Wars. Es así como se enfrenta un ejército tecnológicamente avanzado contra rebeldes mal equipados, como los Vietcongs. Además, el comportamiento de los Stormtroopers imperiales recuerda a los Sturmtruppen alemanes de la Primera Guerra Mundial.

La “trilogía prequel”, relata el descenso de Anakin al Lado Obscuro y la ascensión de Palpatine al poder absoluto. O sea, es el típico advenimiento de un dictador y de un régimen totalitario; todo esto debido a una situación política inestable que no responde a la exigencias de la población, como ocurrió con Hitler y con ejemplos más cercanos a nuestra realidad latinoamericana.

La guerra se aplica como instrumento de inducción y de terror, a la que se acompaña la política racista contra todas las especies alienas diferentes de la humana. La Guerra de los Clones tiene como fuente principal la Guerra de Vietnam y la Era de Watergate, en las que los líderes políticos recurrieron a la corrupción y la trampa. Además Lucas se adelantó a la Guerra de Irak. Después del 11 de septiembre, la administración de Bush recurrió al miedo colectivo así como el Emperador Palpatine utilizó las Guerras Clon. Es así como incrementó el poder del Ejecutivo y también el de los Estados Unidos en el exterior.

Pero Lucas ha afirmado que también ha aprendido de la Historia: después del asesinato de Julio César, el Senado romano aceptó en el poder a su ambicioso sobrino Octavio Augusto; después de la Revolución, Francia aceptó a Napoleón Bonaparte. Por mi parte, recuerdo que Erich Fromm, en 1941, escribió acerca de El miedo a la libertad (Escape Fromm Freedom).

La saga principal ha terminado. Ahora proseguirán los spin off.

(Star Wars: The Rise of Skywalker. USA, 2019)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario