domingo, 8 de diciembre de 2019

Contra lo imposible - Por José Blanco Jiménez

El objetivo principal de los protagonistas de esta película de James Mangold (Logan, 2017; The Wolverine, 2013) es ganar Las 24 horas de Le Mans. Dedicada a los “tuercas”, las dos horas y media pueden hacerse densas para los que no se interesan por saber acerca de las características del Ford GT40 o de las proezas de Carroll Shelby (Matt Damon) y Ken Miles (interpretado magistralmente por un Christian Bale, que también se merecía el Premio Oscar por su Dick Cheney de El vice / Vice, de Adam McKay, 2018).

Este último ganó las 24 horas de Daytona, las 12 horas de Sebring y también Le Mans, como verán los espectadores (y no digo más). Excelentes también Mollie, la esposa (Caitriona Balfe) de armas tomar y absolutamente comprometida con su hombre. De antología la secuencia en que trae una silla y una revista para mirar como Carroll y Ken se dan de golpes en la placita frente a la casa. Y no puedo olvidar al hijo Peter (Noah Jupe; el Jack Will de Extraordinario / Wonder, de Stephen Chbosky, 2017) con el que el piloto sostiene conversaciones que son un verdadero testamento humano y profesional.

Pero la lucha entre titanes no es entre conductores, sino entre dos grandes empresas: la italiana Ferrari y la norteamericana Ford, como reza el título original. De ahí la denuncia de la pequeñez de la venganza y del poder, que nada tienen que ver con lo deportivo.

Hace ya bastantes años que vi en cinerama Gran Prix, de John Frankenheimer (1966) con un reparto de lujo, que incluía a James Garner, Yves Montand y Toshirô Mifune, entre otros. Se puede decir que es una película definitiva sobre el tema y es, por sobre todo, un gran espectáculo con pequeñas historias intercaladas, que incluyen un romántico adulterio.

Esta producción es distinta. La lucha entre los titanes empresariales lleva a reflexionar acerca de la maestría contra la vendibilidad. El talento lo tienes o no lo tienes: la técnica se encarga sólo de afinarlo. Es difícil reconocer un talento, pero aun más admitirlo y aceptarlo. Y – sobre todo – cuando no se deja corromper ni complacer visto que no pertenece a una élite ni a lobby alguno. Miles es irascible, testarudo, intratable; pero sobre todo tenaz.

Como señala la voz en off, cuando vas a 7.000 revoluciones por minuto, el automóvil desaparece y sólo queda un cuerpo que atraviesa el tiempo y el espacio: a esa velocidad, si quieres saber quién eres, no puedes mentir si es que logras encontrar una respuesta.

Tal vez lo imposible esté en la superación de la inutilidad de la fama.

(Ford v. Ferrari. USA, 2019)

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