lunes, 14 de octubre de 2019

Michelangelo infinito - Por José Blanco Jiménez

Un documental biográfico suele seguir una linealidad cronológica que comienza con el nacimiento y termina con la muerte. Esta película, en cambio, presenta a Michelangelo Buonarroti junto al bloque de mármol en el que debe encontrar la escultura quitando lo que la esconde, come decía Sócrates. Por otro lado, el artista y cronista Giorgio Vasari (autor de Le vite de' più eccellenti pittori, scultori e architettori, publicada en 1550) va relatando las vicisitudes del gran escultor, pintor, poeta y arquitecto, que conoció en vida.

La cámara recorre en detalle todas sus obras y permite evaluar ciertos aspectos que rehúyen nuestra mirada cuando las apreciamos gestálticamente: por ejemplo, la juvenil Batalla de los centauros o la nublada mirada ebria del Baco.

Pero también describe la labor titánica de separar, como Dios Padre Creador, la luz de las tinieblas, de dar tridimensionalidad a la pintura y su gusto por el “non finito”. Esto último es una característica de sus obras, que no terminaba porque ya había alcanzado el punto que no quería y no por otras razones políticas o contingentes. De hecho, los esclavos inconclusos para la tumba de Julio II parecen “prisioneros” que quieren escapar de la piedra.

No quedan fuera los problemas con el clero y los señores comitentes, que exigía cada uno lo mejor en el menor tiempo posible. Y el filme se atreve también a tocar un tema que hasta hace poco era tabú: el homosexualismo, que expresa sin tapujos, como también su relación de amor platónico con Vittoria Colonna.

En suma: una hora y media de placer estético en ultradefinición, gracias al sistema 4K HDR y a la fotografía de Maurizio Calvesi.

(Michelangelo infinito. Italia, 2018)

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