jueves, 17 de octubre de 2019

Maléfica, dueña del mal - Por José Blanco Jiménez

Para ser sinceros, no recuerdo quién empezó con esta tendencia de mostrar a los presuntos buenos como malos y a los presuntos malos como buenos. Está claro, sin embargo, que se ha superado el maniqueísmo de Hollywood y que se ha aprendido a desconfiar de todo el mundo. De allí que esta película – para mí – tenga un mensaje subliminal que tiende a generar odiosidades con un suave barniz sentimental.

La bella durmiente del bosque es una fábula europea antiquísima, anterior quizás a la Saga völsunga, un texto islandés de mediados del siglo XIII en el que Brunilde cae en un sueño encantado, como más tarde la princesa Zellandine en el Roman di Percefort (1340) y retomado en el Pentamerone di Giambattista Basile (1634). Son historias con fuertes componentes sexuales, que incluyen violación y necrofilia. Charles Perrault (1697) y los Hermanos Grimm (1812) propondrán versiones adaptadas para los niños.

Pero en nuestro ambiente, la que bate todos los récords es la de Walt Disney (Sleeping Beauty, 1959) con música de Chaikovski, que presentaba a una bruja malvada y terrible, capaz de transformarse en dragón: Maléfica.

Es ella misma la que protagonizó la película homónima (Maleficent, de Robert Stromberg, 2014), que rescataba al personaje presentándolo como un hada traicionada y humillada por el padre de Aurora. Su primer deseo había sido la venganza, pero después la había transformado en su hija adoptiva. Y esta segunda parte comienza cuando se opone al matrimonio de la doncella con el príncipe Philip, porque las hadas no deben mezclarse con los humanos.

El subtítulo de la película (“Dueña del mal”) es un cazabobos porque la verdadera malvada es la madre del príncipe (interpretada por Michelle Pfeiffer) como se verá de inmediato. Y la acompaña un siniestro personaje andrógino (Jenn Murray), que mientras suena el órgano despliega el polvo mágico que liquida a las hadas.

Simpáticos personajes como Diaval (Sam Riley), el siervo transformado en cuervo, y efectos especiales impecables completan una película que es un verdadero “pastiche” sentimental y de aventuras. Pero que me recuerda también el espíritu beligerante de los estadounidenses y el rechazo del que es diferente, que desemboca en la xenofobia. Sin dejar de lado el rol del integrado que encabeza la represión: en este caso, es el general encarnado por el afro Chiwetel Ejiofor, que ya sufrió 12 años de Esclavitud en la película de Steve McQueen (12 Years a Slave, 2013).

(Maleficent: Mistress of Evil. USA, 2019)

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