jueves, 26 de septiembre de 2019

Por Gracia de Dios - Por Carlos Correa

Esta cinta francesa acaba de ganar el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín. Con este antecedente más su desgarradora temática, hace presagiar que nos encontramos ante una cinta de gran envergadura y solidez. La ya altísima expectativa es incluso superada por el trabajo cinematográfico que realiza el director François Ozon, al presentar un filme que conmueve desde su inicio. El relato -escrito y dirigido por Ozon- se basa en el caso del sacerdote de la Diócesis de Lyon, Bernard Preynat, quien el año 2016 fue acusado de abusar sexualmente de decenas de niños.

Alexandre Guérin -Melvil Poupaud- vive con su familia en Lyon. Profundamente católico y de misa dominical, Alexandre se entera que el sacerdote que abusó de él cuando era un boy scout sigue trabajando con niños en la actualidad. Aquello le produce indignación. Con valor y coraje decide enfrentar al actual Cardenal Barbarin -François Marthouret- para dar a conocer su testimonio. El camino no es sencillo, al contrario, las puertas no se abren, se cierran; los trámites son demorosos y las múltiples comunicaciones con Irène Thomassinvan -Josiane Balasko-, la asistente del Cardenal, van y vienen sin una respuesta concreta y menos inmediata. Todo parece flexible mientras el tiempo pasa y la angustia crece.

Las denuncias de Alexandre traen consecuencias. El caso del sacerdote se reabre en la diócesis e incluso llega hasta la policía. Se une a esta cruzada por la verdad otra víctima, François Debord -Denis Ménochet-. Debord no es católico y aborrece la religión. Las heridas causadas por el abuso están aun a flor de piel. No obstante aquello, su compromiso y participación resulta vital para encontrar a una tercera víctima, Emmanuel Thomassin -Swann Arlaud -, cuyo caso de abuso no está prescrito aún como delito para la justicia civil. Con estos antecedentes, los tres protagonistas forman una asociación de víctimas que se apoyan y en conjunto impulsan el esclarecimiento de la verdad, obtienen cobertura mediática y con ello posicionan el tema en la opinión pública.

La cinta tiene una gran variedad de lenguajes y herramientas de narración. Un comienzo telegráfico -lecturas en voz alta de los intercambios epistolares-, da paso a un desarrollo que contiene múltiples encuentros y reuniones, un tenso cara a cara abusador-abusado, repercusiones familiares, búsquedas, conversaciones íntimas, otras públicas, junto a una serie de recriminaciones, culpa e indignación. El director hace uso de primeros planos cerrados que acusan el agobio, la consternación, la rabia y la impotencia de las víctimas, y otros abiertos que sitúan estos sentimientos dentro del contexto del abuso perpetrado a menores de edad. Algunas escenas del pasado reviven lo que hemos escuchado anteriormente en relatos verbales. No es necesario mostrar nada explícito, todo se entiende; es desgarrador y genera una empatía inmediata en el espectador.

“Grâce à Dieu” es una película madura y sin estridencias, que se perfila como una gran oportunidad de entender una de las situaciones más duras de las que hemos tenido conocimiento, el abuso sexual en contra de menores por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica. La forma de su descripción, los tiempos del relato y la prolijidad de su guion, la transforman en un testimonio imprescindible. Su crudeza radica en la factura de su realización, en actuaciones que son plenamente convincentes y que por momentos podrían coincidir con imágenes reales de un documental.

Esta cinta es mucho más que un relato audiovisual sobre víctimas, sobre abusos o sobre las negligencias explícitas en la gestión de denuncias, las acusaciones y la consecuente implementación de las investigaciones respectivas en el seno institucional de la Iglesia Católica. Tampoco esquiva las responsabilidades personales de las autoridades en relación a los hechos denunciados y agrega a ello la conmoción mediática que una situación de esta naturaleza provoca al darse a conocer públicamente. El sustento de fondo del relato es el abuso de poder y la vulnerabilidad de quienes han sido sometidos a este abuso, tanto sexual como de conciencia, y por supuesto las secuelas que estos actos brutales dejan en la vida de quienes los padecen. La película se interna en el dolor, en la angustia, en lo difícil que es procesar lo vivido y en el tiempo que necesitan las víctimas para siquiera poder hablar del hecho y que, por cierto, es aún mayor para denunciarlo y seguir acciones civiles y penales.

La película de François Ozon es para verla con atención. La congoja y la impotencia afloran con el correr de los minutos y aquello no nos deja indiferentes; nos golpea fuerte y nos duele. Son sentimientos que nos acompañan durante sus 137 minutos y que no nos abandonan. Es incomprensible e inentendible que sucedan estas situaciones al interior de la Iglesia. Cuanto más conciencia tomemos de lo que significan, cómo se producen y su consecuencia -esta es la principal motivación de las víctimas, quienes no buscan venganza ni una reparación material o monetaria-, podremos lograr crear ambientes sanos y seguros que contribuyan a evitar que nuevamente se repitan estos abusos.

Ficha técnica

Título original: Grâce à Dieu
Año: 2018
Duración: 137 minutos
País: Francia
Guion: François Ozon
Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine
Fotografía: Manuel Dacosse
Reparto: Melvil Poupaud, Denis Menochet, Swann Arlaud, Eric Caravaca, François Marthouret, Bernard Verley, Josiane Balasko, Hélène Vincent, François Chattot, Frédéric Pierrot, Martine Erhel, Aurélia Petit, Julie Duclos, Jeanne Rosa, Amélie Daure
Productora: Mandarin Production / Scope Pictures
Género: Drama | Basado en hechos reales. Abusos sexuales. Religión
Dirección: François Ozon

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