viernes, 6 de septiembre de 2019

La boda - Por José Blanco Jiménez

El tema de la vida del inmigrante se suele plantear desde la perspectiva de su inserción en el país donde logra radicarse o de su convivencia con el resto de sus propios compatriotas. Además, suele teñirse de aspectos delincuenciales como es el caso de los italianos y los irlandeses en Estados Unidos o de los rusos en Gran Bretaña.

En Bélgica, el tema de la xenofobia parece ser menor, pero no basta con la buena acogida que se brinda al forastero: cada etnia conserva las costumbres y, por lo tanto, la “moral” que la rige.

Zahira es una bella muchacha pakistana, que es obligada a abortar, porque toda su familia le ordena casarse con uno de los tres candidatos que le han escogido y que le dan a conocer por Skype. La madre, incluso, le hace notar que a ella no le dieron posibilidad de elección y que ha logrado ser feliz. Lo mismo le confirma su hermana mayor, que reconoce que “todo es injusto” y que debe ser así desde el momento que son mujeres.

No hace mucho que algunos occidentales se sacaron de encima muchos prejuicios, pero sólo algunos. La “cuestión de honor” sigue existiendo en el Sur de Europa a pesar de haber dado origen incluso a más de una comedia negra, como Divorcio a la italiana, de Pietro Germi (1961). Todavía se muere por asuntos de virginidad, de “faidas” familiares y de subvaloración de la mujer. Pero en el ámbito oriental, es una cuestión antropológica. En este caso, rechazar un matrimonio o escoger a un extranjero es un estigma que daña a toda la familia.

La película logra ser paradojal en todo momento, contraponiendo la tecnología más moderna al conservadurismo más añejo: todos aceptan tecnologías altamente avanzadas como el aborto “terapéutico” y la reparación del himen, pero con la finalidad de consagrar la tradición; la ceremonia del matrimonio se ejecuta por Internet, con pétalos de flores incluidos, pero tiene una frialdad que abisma.

La mujer que no dispone de su cuerpo ni de su vida no es un tema tan lejano a nuestra realidad y los latinoamericanos en general (y los chilenos en particular) también tienden a ser ultraconservadores. Si no resulta evidente, baste con revisar las temáticas de las telenovelas y seguir el macabro escrutinio que la prensa escrita y audiovisiva lleva de los femicidios que se cometen cada año llegando al extremo de numerarlos y de irlos comparando con las estadísticas anuales anteriores.

(Noces. Bélgica / Francia / Luxemburgo / Pakistán, 2016)

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