viernes, 19 de julio de 2019

Toy Story 4 - Por José Blanco Jiménez

Los muñequitos existen, se venden en el comercio y hacen las delicias de niñas y niños desde hace ya casi un cuarto de siglo. Ellos no envejecen, pero sí sus dueños y ésa era la temática del tercer episodio, que parecía ser el último. Ahora – habiendo llegado a la cuarta entrega – el espectador puede ver que la temática no está agotada para nada.

La propietaria de los juguetes ahora es Bonnie, una niñita que es llevada al jardín infantil y supera el trauma confeccionando un muñequito con un tenedor de plástico más otros materiales que recoge de la basura. Lo llama Forky (= tenedorcito en inglés) y se transforma no es sólo su juguete preferido, sino un verdadero amuleto, que quiere que la acompañe siempre.

Pero Forky adquiere vida y siente que es lo que es: basura. Por ello, lo único que quiere es arrojarse al tacho y ello creará problemas, porque Woody tendrá que retenerlo en condiciones que se complican, dando origen a una aventura que incluye la reaparición de la pastorcita Bo Peep y nuevos personajes como la muñeca Gabby Gabby, el motociclista Duke Caboom y los peluches Ducky y Bunny.

Además del cariz feminista de la película, me parece importante efectuar una reflexión acerca de un sutil mensaje teológico que se oculta en este relato dirigido a la familia y, sobre todo, a los adultos que acompañan a los niños.

Antes que todo, está la relación que se establece entre creadora y criatura, que confecciona el monigote a su imagen y semejanza, amándolo por sobre todas las cosas. Éste, en cambio, se siente parte de la basura - como proclama el Viejo Testamento - y entre ésta quiere permanecer. Por su parte, los muñecos, que viven una existencia paralela junto a los seres humanos, tienen un espíritu cristiano y – cual ángeles de la guarda – se realizan haciendo feliz a un niño. Y no está sólo el ejemplo de Woody, que terminará aceptando que amar es también un derecho además de un deber, sino sobre todo el de la muñeca que quiere tener voz para hacer feliz a una niña. En un principio, escoltada por los horripilantes muñecos de ventrílocuo, aparece como un ser malvado y lo único que quiere es el bien (y lo demuestra). Lo mismo pasa con los peluches del parque de diversiones, que no aceptan a Buzz, porque creen que los va a privar del cariño del que los gane como premio.

Linda aventura y extraordinariamente gratificante. ¡Y es, efectivamente, para todos!

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