jueves, 22 de marzo de 2018

Mr. Holmes - Por Juan Pablo Donoso

Un bellísimo reencuentro con el verdadero Sherlock Holmes. Aquel que fue idealizado por su devoto admirador y biógrafo, el Dr. Watson. “¡Jamás fumé pipa, sólo habanos, y tampoco usaba aquel sombrero de cazador!”. (Holmes)

Cuando en 1947, un ya retirado y senil Holmes se instala en una villa campestre de Sussex, vuelve a su memoria el único caso que nunca logró resolver. Junto a un ama de llaves viuda (Laura Linney), y a su pequeño hijo Roger (Milo Parker) se dedica con deleite a la apicultura. Pero también brotan, desordenadas en su frágil memoria, escenas y diálogos con una mujer cuya vida fue incapaz de salvar (Ann Kelmot).

Como tierno abuelo le enseña al niño el cultivo de abejas y la inteligencia con que organizan su vida. También lo previene contra las avispas, sus despiadadas enemigas.

Aún conserva, desde la primera escena, su genial poder de deducción a partir de la observación de los signos más pequeños. Habilidad que para la gente era casi un don sobrenatural, pero que él atribuía sólo al raciocinio y a su desprecio por la fantasía.

Más, la quietud de aquellos campos y su afecto por el niño, activarán su remordimiento de conciencia – como el mordisco de las siniestras avispas – por el caso de aquella mujer que fue incapaz de salvar.

Y en la evocación aleatoria de esos recuerdos desordenados descubrirá – poco a poco – el único factor que nunca tomó en cuenta en sus deslumbrantes investigaciones: que el instinto de lo sobrenatural es verdadero y su única pista es el universo del Amor.

Aquella mujer, inconsolable por la muerte de sus dos hijitos, buscaba casi enloquecida reencontrarse con ellos “al otro lado de la pared” como ella denominaba a la Muerte. Y ni el marido ni Holmes lograron dilucidar sus misteriosas andanzas.

En los últimos 15 minutos todo se aclara. Luego de las contingencias del hogar y de los delirios del anciano, como en las buenas novelas de Conan Doyle, el genial detective nos revela esa pista tan sencilla que siempre estuvo ahí sin que la viéramos: aceptar la TRASCENDENCIA del espíritu. “Elementary my dear Watson!”

Es el gran GIRO narrativo que los autores le dan al personaje clásico que, durante decenios, hemos admirado en el cine encarnado por Basil Rathbone (años 30 y 40), por Jeremy Brett (teleserie) y Benedict Cumberbatch recientemente.

Sólo un tremendo actor como Sir Ian McKellen podría interpretar esta faceta tan profunda, y a la vez verdadera de Holmes. Transmite verdad, emoción, humor, y chapotea por los charcos dispersos de la mente en busca de la última pista que faltaba: el Amor en la Eternidad.

Fueron innecesarios los efectos especiales y la truculencia: bastó el talento actoral, la belleza fotográfica, y la sensibilidad.

Ningún admirador de Sherlock Holmes saldrá defraudado; por el contrario, sentirá que se cierra el círculo.

UNA MIRADA SABIA Y DIFERENTE AL CORAZÓN DE SHERLOCK HOLMES. CONAN DOYLE LA HABRÍA APLAUDIDO. PRODIGIOSAMENTE “ELEMENTAL”.

Ficha técnica

Cine-Arte Galería Patricia Ready 
Drama, misterio y madurez EE.UU. – Inglaterra – 1,44 hrs. 
Fotografía: Tobias A. Schliessler 
Edición: Virginia Katz 
Música: Carter Burwell 
Diseño Prod.: Martin Childs 
Guionista: Jeffrey Hatcher, Mitch Cullin (novela) 
Actores: Ian McKellen, Laura Linney, Milo Parker, Ann Kelmot, Hiroyuki Sanada 
Director: Bill Condon

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