lunes, 21 de septiembre de 2015

La memoria del agua - Por Carlos Correa

Algo me sucede con el cine de Matías Bize. Me agobia, pues siento que no estoy preparado o no tengo la necesaria profundidad para entrar a él. O bien, existe demasiada emoción y menor razón en sus relatos que son eminentemente imágenes, silencios, planos cerrados, luz y oscuridad. Cualquiera sea la razón, lo cierto es que reconozco que estoy siempre en presencia de buen cine, de un director que sabe lo que quiere y lo que hace, y que finalmente -gracias por ello- cada película es una obra de arte.

Amanda -Elena Anaya- y Javier -Benjamín Vicuña- sufren la muerte de su hijo Pedro lo que ha desestabilizado su relación de pareja. Esta traumática experiencia se marca a fuego en sus corazones y provoca un quiebre que irremediablemente modifica sus vidas. Javier lucha por retener a Amanda y ella lucha por no olvidar a su hijo. Ambas situaciones no son opuestas, sin embargo no se complementan ya que cada uno vive el dolor profundo y el amor incontenible de maneras muy diferentes.

Desde el punto de vista argumental, el relato es de una tristeza desgarradora. De ello dan cuenta las actuaciones, los escasos diálogos, el tránsito de los protagonistas y los numerosos planos cerrados que conmueven profundamente. Bize se conecta con Javier y con Amanda desde lo más profundo de su interior y no está dispuesto a guardar nada para intentar dar a conocer un proceso que tal vez es imposible de comprender si no se vive personalmente.

Acá el arte y la subjetividad se apodera de la película y de mi reflexión. No logro entrar en la profundidad que propone Matías Bize. La reconozco, por cierto, sin embargo no puedo traspasar la segunda capa, superar aquello que me impide lograr una mayor conexión emocional con la historia, con el relato, con el sentimiento de los protagonistas. Me llaman profundamente la atención ciertas características de la propuesta del director, cuyas películas tienen un sentido, una firma y una marca que es perfectamente reconocible. Por ejemplo, la fragilidad de la cámara, la intención de volatilidad que le otorga al seguir a los personajes. También me llama la atención que sigue a Javier y enfrenta a Amanda. En este detalle se observa una decisión, una posición respecto al tránsito femenino y masculino.

El cine de Bize es muy interesante, no cabe duda. Distinto es que sea más o menos cercano con cada espectador, que logre penetrar capas más profundas o que simplemente guste o no guste (haga sentir cómodo o incómodo a quien lo observa). Y acá puede haber una pista. Bize incomoda, y aquello es fundamental en el arte. Bien, lo valoro mucho y lo siento así. Sin embargo, en mi caso personal, necesito ser parte de la película y no un simple observador para que esa incomodidad despierte en mi un estado superior de compromiso para ser parte de la construcción del relato y con ello generar una experiencia compartida. Buen desafío para un galardonado director que sigue su carrera ascendente de la mano de un estilo fiel y claro.

Ficha técnica

Título original: La memoria del agua
Género: Drama
Duración: 88 minutos
Elenco: Elena Anaya, Benjamín Vicuña, Néstor Cantillana, Sergio Hernández, Antonia Zegers, Pablo Cerda, Silvia Marty, Etienne Bobenrieth, Alba Flores
Dirección: Matías Bize

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